domingo, 27 de septiembre de 2015

SUSTO

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 022 – 27/09/2015

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.

Fue para la fecha de la tormenta de Santa Rosa del año 96, cuando en horas de la madrugada, mi hijo, que en ese entonces tenía 15 años, nos despertó a mi esposa y a mí, con angustiante llanto porque se le cerraba la garganta y no podía respirar.
Mientras la madre trataba de serenarlo, yo me ponía en comunicación con un servicio de urgencia médica contratado a través de la mutual del trabajo, y por suerte al poco rato la ambulancia estaba en la puerta de mi domicilio.
Lo trataron con una medicación inyectable, y con el chico ya respirando tranquilo, me dijo el médico que había que internar, a lo que yo sorprendido, le digo “¿Es para tanto, doctor?”, y allí el profesional, sin ningún reparo ni medias tintas, me responde: “-Y… de estas cosas también se muere la gente!”. Como dice el refrán, me quedé de una pieza.
En esa misma ambulancia, nos trasladaron a un reconocido hospital local, y por suerte, los médicos de allí, tras la revisación y controles de rigor, indicaron una medicación y recomendaron iniciar un tratamiento con un especialista en alergias.
Como siempre hago, los sucesos que me acontecen al presente y algo me provocan, procuro ponerlos en versos pero ambientándolos en el “campo de ayer”, aquel despojado de técnicas y modernidades, y me dije: cien años atrás, sin teléfonos ni ambulancias a mano, ni siquiera un vecino cerca a quien recurrir en busca de auxilio, ¿qué hubiera hecho?, ¿cómo lo hubiera hecho?, ¿a qué hubiera echado mano tratando de paliar la difícil situación?
A estos interrogantes había que sumarle que estábamos en pleno tiempo de la tormenta de Santa Rosa.
La afición de mi padre por las hierbas y yuyos medicinales, de los que tenía bastante conocimiento, me dejó de oídas muchos nombres y algunas referencias, pero también me dejó algunos apuntes y un par de libros que hablan y detallan  las cualidades de las plantas y los beneficios de hojas, raíces y cortezas, y como usarlos, sin en te, en emplasto, si en baños o sahumerios, a los que recurrí por información, y así instruido me aboqué de lleno a recrear la situación que horas antes había vivido.
Como no podía ser de otro modo, lo titulé “Susto”, y así quedó:

        SUSTO

¡Ah’migo! si es de no creer
lo mal que’stuvo la cosa
la noche de Santa Rosa
pa’ más… queriendo yover.
Augao a más no poder
se dispertó el hijo mío;
ajuera, tayaba el frío
soplando el viento a destajo,
y adentro, marchito el gajo
retoño de mi atavío.

“-Frotale con esa untura
hecha de grasa de iguana
la espalda y el pecho, Juana,
que’s medecina segura;
priendo otro candil que a oscura’
cualquier mal parece pior”,
…dije apurao… con temor
mientras que’chaba en las brasas
unas astiyas machazas
buscando que haga calor.

Y en la oyita de tres pata’
puse agua y bastante sal
pa’ ver de sahumarle’l mal
en cuanti el hervor desata.
“-Apurate y de la lata
que’stá guardada en la pieza
busca de sauco, corteza
y echala pa’l hervidero
con un  manojo’ e romero…”,
dijo Juana con firmeza.

Y en cuanti soltó el hervor
pusimos al muchachito
bajo el poncho, hecho un bendito,
pa’ que reciba el vapor;
cuando un rezo era clamor
un yanto nos trujo flores:
“-dejalo, Juana, que yore
-dije- le destapa el pecho,
el aire le’ntra derecho
y al respirar le hace honores”.

Más tranquilos, al clariar,
juimos de Doña Inocencia,
la que nos dijo: “-En mi cencia
una cura les viá dar:
algarrobo has de buscar
y a su fruto, bien molido
lo quemás, y al humo ardido
que respire día a día…”,
y en verdá parecería
que güen efeto ha tenido.

Ansí es mi amigo: pasó
pero jué susto machazo!
Si uno piensa que los brazo’
le sobran… ¡que lo tiró!
Pero aura el viento cambeó
y es manejable la cosa,
pero no‘lvida mi esposa
y tampoco yo me olvido
de aquel apurón vivido
la noche de Santa Rosa…
                                    (9/09/1996)
Carlos Raúl Risso E.

domingo, 6 de septiembre de 2015

MONTE COSTERO

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 021 – 06/09/2015

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.

Sin habérmelo propuesto, dentro del micro “De Mi Señal…”, he desarrollado un pequeño ciclo referido a mis recuerdos y evocaciones sobre plantas y pájaros propios del ambiente rural que se caló muy hondo en mis sentimientos. Montes costeros del Plata, campos quebrados, abundantes cañadas, altos y tupidos pajonales y juncales, ambiente en estado natural, pues sus propias condiciones geográficas, al hacer inviable el ingreso del arado, los mantuvo como antaño, y si bien proliferaron los cardos y algunos yuyos impropios, esa “invasión” se justifica en la presencia de las aves, en el depósito de los animales y en los arrastres del viento.
Mi amigo el poeta Julio Mariano, con quien compartimos parecidos sentimientos respectos de ese tipo de campos, definió muy bien en las logradas décimas de “Resueyo”, cuando cierra diciendo: “si un día yegan a oir / que’ste cristiano se aleja, / será… porque’ntró la reja, / entonces… voy partir!”.
Arroyos, cañadas, lagunitas, pajonales… muchas veces aparecen a lo largo de distintos versos, ayudándome a darle un contorno cierto a la historia que uno se propone crear.
Haciendo un resumen de lo acontecido en los cuatro anteriores programas, vienen ahora estos -se me ocurre decir “curiosos”- quintetos con versos pareados, que hace no mucho más de siete años, escribí añorando años y paisajes mejores y que titulé “Monte Costero”.
En 10/2009, la Sociedad de Escritores de la Provincia, organizó en el Centro Cultural “Islas Malvinas”, un encuentro literario bajo la denominación de “La Casa Azul”, denominado así, porque “nuestra casa” es el planeta tierra, y desde el espacio se lo ve “azul”, y el motivo se centraba en “cuidar nuestra casa”, en prestarle atención a la ecología; invitándose a los poetas a presentar trabajos que aludieran a la naturaleza, y si bien no tenía el carácter de “concurso”, se iba a elegir el más representativo, y… cual no sería mi sorpresa, cuando finalmente mi “Monte Costero” resulto electo como “el mejor poema”.
Le damos lectura, y cerramos este mini ciclo de “plantas y pájaros”:

MONTE  COSTERO

Acacias y cinas, ceibos, espiniyos,
espinudos talas, saucos, coroniyos,
sombra ‘e toro y sauces, forman en mis pagos
los tupidos montes que hacen los halagos
de darle a mis vistas frescuras y briyos.

¡Mis montes costeros! Costeros del Plata.
Tupidos de espinas, de antiguaza data;
brutos fachinales y uncales machazos
le hacen un reborde, dándose de abrazos
con los totorales de apretada mata.

Los m’burucuyases le florean encantos
y zorzales crioyos los bañan en cantos
junto a las calandrias, mistos y jilgueros,
sin faltar el temple de alertas horneros
ni de las torcazas, sus murmuyos santos.

¡Mis montes costeros!, donde en donosura
se florió la mano de “doña natura”
repartiendo verdes de tonos distintos
que las madreselvas bordan con istinto
y flores del aire con su galanura.

Yo ofrezco este canto... que ha de ser... montero,
humilde, senciyo, de un decir campero,
pues guardan mis vistas el noble paisaje
que se hace espesura tejida a ramaje
de tiempos remotos. ¡Mi monte costero!
                        (22/02/2008)

                         Carlos Raúl Risso E.