lunes, 28 de diciembre de 2015

A LUIS MARÍA LAURENCENA

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 35 – 27/12/2015

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.

Con Luis María Laurencena, “El Vasco”, nos conocimos al despuntar los años 70, cuando bailábamos en la Agrupación de Arte Nativo Bonaerense que capataceaba Guillermo Villaverde.
Además de las danzas supimos compartir ensilladas y desfiles; frecuentó bastante mi casa paterna, e incluso con mi padre solían ir bastante seguido a “El Carmen del Pescado” a caminar los caballos que allí estaban.
Cuando en el 76 me casé, “El Vasquito” asó el lechón que esa noche comimos, y como era una pequeña reunión con un grupito familiar, por nada del mundo quiso participar para no romper ese orden pre establecido. O sea que asó, nos dimos un abrazo y buscó su rumbo.
A Luis María le tocó ser el primer amigo que se marchó de esta vida, cuando aún éramos muy jóvenes, y supuestamente le quedaba mucho trecho por recorrer.
Por diciembre del 77, decidió hacerse un control médico porque se palpó un bultito en una axila, y como tenía que jugar un torneo de paleta en Brasil, quería viajar tranquilo. Lo cierto del caso fue que tras ese control, el profesional médico le informó a la familia que solo le quedaban seis meses de vida.
Ese año 78 se jugaba el Mundial de Futbol, y con antelación habían comprado con su hermano las entradas para la fecha inaugural en el estadio de River. Para ese entonces ya no andaba bien, a pesar de lo cual se preparó temprano para ir hacia Capital, pero finalmente le dijo al hermano que se vaya solo porque no iba a aguantar tantas horas en la tribuna. Ya no se levantó más.
En esos sus últimos días, mi padre -que era bastante manosanta-, lo acompañó todas las tardes noches, y allí, mientras le tomaba una mano y le hablaba, “El Vasco” podía dormirse; si por algún motivo no asistía, algún familiar (padre, hermano, etc.), lo venían a buscar porque el enfermo lo pedía. En mi entorno familiar sentimos mucho su pérdida.

Y un día de febrero de 1980, al salir de una jineteada en “La Montonera” con rumbo a la parada del colectivo, al pasar bajo el arco de la tranquera de entrada, algo misterioso me trajo su recuerdo y una frase: “Como un tizón trasfoguero / que se consume en su brasa…” por lo que, sin proponérmelo había comenzado una décima; subí al transporte y continué desarrollando la idea, y como no tenía ni papel ni lápiz, a la par que avanzaba el verso, me lo iba repitiendo y agregando la línea nueva; terminada la primera décima, la repetía y comenzaba a desarrollar la segunda, y concluida ésta, repetía la primera y la segunda y avanzaba con la tercera. Así, hasta que llegué a mi casa, donde sentado a la mesa, con papel y lápiz transmití a la mano lo que estaba guardado en la memoria. Lo titulé “A Luis María Laurencena “El Vasco”, y dice: 

 A LUIS MARÍA LAURENCENA
              ("El Vasco")

Como un tizón trasfoguero
que se consume en su brasa,
se me apagó tu crioyaza
presencia de compañero.
Te había pialao lo campero,
te había amadrinao la tierra,
con la beyeza que’ncierra
nuestra costumbre paisana,
pero en edá muy temprana
el destino te destierra.

Solo una cosa segura
hay una vez que nacemos,
y es que algún día rumbiaremos
de’ste pago, a otra yanura.
En tus amigos perdura
tu imagen, “Vasco” güenazo.
Jue cimbrón de todo el lazo
que hace temblequiar la mano
saber que siendo temprano
se avecinaba tu ocaso.

Será que pa’ndar camino
hacía falta algún resero,
¡y que mejor que un surero
pa’ repechar el destino!
Mirá hermano, solo atino
a decirte con voz plena,
que anque tu ausencia me apena,
mientras esista un fogón,
latirá tu corazón
¡Luis María Laurencena!
                                        (18/02/1980)
 Carlos Raúl Risso E.-


domingo, 20 de diciembre de 2015

POR EL RICUERDO DE UN PINGO

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 34 – 20/12/2015

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.

El desfile del Día de la Tradición de noviembre de 1958, fue mi primera participación, montado, en la fiesta gaucha; más adelante y por muchos años, fuimos con mi padre y otros amigos, participes habituales de tal encuentro anual.
Aquel año, Juan Cuffini -querido y recordado “Tito”-, arregló con mi padre para llevarme al desfile criollo. Vivía él, en el Barrio de La Loma, y por aquellos años, quedaban todavía en la mayoría de las manzanas, terrenos baldíos; casualmente el de al lado de su casa tenía esa condición. Fue así que habló con el dueño del mismo, y arregló que mientras no edificase, él se lo tendría prolijamente acomodado a cambio de tener allí alguna yunta de caballos y algún otro animal.
Por entonces tenía su caballito de andar, un doradillo llamado “Chiche”, y un petisito de pelo zaino, del cual el tiempo me ha castrado el nombre.
En aquella ocasión, con mi padre, me improvisaron un recadito de matras y un cojinillo, y haciendo “yunta” con él, hicimos la pasada del desfile, el que por una foto que conservo, arrancó o finalizó en el Bosque platense, cosa que no es para nada rara, ya que la Federación Gaucha Bonaerense, tenía en ese ámbito comunal, su asiento, es decir: su sede.
Allí podría haber terminado la anécdota, pero no… la historia sigue.
Concluido el desfile, “Tito” le dijo a mi padre, algo más o menos así: “-Romeo, yo sigo para “Los Ombúes”… me lo llevo a Carlitos…”. Mi padre aceptó el convite, y así fue, que aquella jornada, hice mis primeras cinco leguas “a uña de caballo” dijera Justo P. Sáenz, o más vale para el caso: “a uña de petiso zaino”.
Andando el tiempo, el amigo Cuffini, que era viudo, rehízo su vida, y por otro lado le pidieron el terreno porque se iba a edificar. Fue así que avisó en casa de mis abuelos, que se tenía que desprender de sus animales, y por lo tanto vendía ensillado al doradillo. Mi tío Raúl Mercante copó la parada, y entonces “El Chiche” fue un caballo más de los que había en “Los Ombúes”; y siguió viniendo a los desfiles, lo único que ahora con mi primo Jorge Mercante sobre su lomo. Después y por un buen tiempo, fue “el manso” que ensillaba mi abuelo Tata.
Cuando en el 74 se vendió el campo y yo saqué hacia otro rumbo al “Ciruja”, “El Llamador” y “El Pampero”, “El Chiche” quedó solo en un potrerito de veintipico de hectáreas, que tenía una cañadita de aguada.
Vivió esos últimos años “jubilado” de tareas y andanzas, hasta que por marzo de 1979, algún vecino avisó a La Plata, que había muerto el doradillo.
Fue entonces, que con esa noticia dando vueltas en la mollera, al tiempo le escribí un verso para mantener fresco su recuerdo, no sea cosa que el esmeril de los años, andando, me lo desdibujara. Lo hice siguiendo el modo del antiguo romance. Y ni bien lo tuve escrito, me corrí hasta la casa de “Tito” para llevarle una copia; pero no lo encontré, entonces le pasé el papel por debajo de la puerta. Después me llamó y conversamos al respecto. Si no me equivoco, él se hizo una escapada hasta aquel potrero, para despedirse del amigo.
Tendría otras cuestiones para contar de este “Tito” Cuffini, amigo con el que supe conversar mucho, pero… eso es harina de otra bolsa.
 Este romance que ahora compartimos, se llama entonces:

POR EL RICUERDO DE UN PINGO


Estaba solo en las casas
mirando cómo la tarde
s’iba apagando de a poco
como quien quiere quedarse…
Por áhi cantaba un hornero
en una rama del sauce
y dejaban las torcazas
sus arruyos en el aire;
mientras yegaban bandadas
de pájaros pa’quietarse
en el monte, entre los talas,
acacias y algarrobales,
a repararse’e la noche
que se acercaba campante.
Ya se había asomao la luna
pa’ ver la tarde marcharse
y dir contemplando ansina
con que tendría que toparse.

Miraba por la ventana
demientras tomaba un mate,
y vaya a saber qué cosa
…me vino por ricordarte;
se me achucharró el peyejo
y me dije: ¿qué tiempo hace?
Jue’n el verano -pensé-
ya hace un año te alejastes,
¡mi doradiyo lucero!
pingo de ley y de aguante;
mi compañero de güeyas…
pensar que hoy estás distante
pastiando en algún potrero
que no es el que andabas antes,
pero es el que por ser manso
pa’ tu descanso ganaste.
Estabas viejo, lo sé,
treinta años ya son bastantes
y a vos te sobraban varios
que los echabas delante…
Pero el hombre se acoyara
¡y mucho! a sus animales,
por eso que no le gusta
que de su lao los aparten.
¡Ideas que uno se hace
aunque de nada nos valen!
Mi viejo “Chiche”, ricuerdos
me quedaron pa’ encontrarte
como aura, que ansí te veo
con tu tranquiar elegante,
dir rumbiando pa’l arroyo
lo mesmo que lo hacías antes.

Y s’hizo nomás de noche.
La tarde juyó a otra parte.
Yo churrasquié sin apuro
total, pa’ qu’iba a’purarme…
mañana será otro día,
temprano he de levantarme,
matiaré, trairé el picazo
y al campo habré de largarme
como antes lo hacía con vos
-de lo que no he de olvidarme-.
Cavilando pensamientos
le arrimé una matra al catre
y me eché pa’ descansar
pensando qu’he de encontrarte
en “ese pago”, algún día
porque algún día he de marcharme.
Única ley que se cumple
igual pa’ tuito ser que ande.
Y ayá golveré a tu lomo
¡porque golveré a ensiyarte!
pa’ trajinar por senderos
que nunca anduvimos antes.

Viejo pingo doradiyo
amigo de ley y aguante.
Como que tu nombre es “Chiche”
que nunca podré olvidarte.

                                   (13/05/1980)

Carlos Raúl Risso E.

domingo, 13 de diciembre de 2015

RAMOS GENERALES

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 33 – 13/12/2015

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.

Al gran pintor costumbrista Rodolfo Ramos lo conocí allá por 1987/1988 cuando asistí en la Ciudad de Buenos Aires, a una de sus exposiciones, y a partir de allí hemos trenzado un trato de amistosa cordialidad, junto a su esposa Norma. Eso nos ha llevo a concurrir anualmente a sus muestras capitalinas, y a compartir también asados y reuniones en las que, hasta se anima a agarrar la guitarra y entonar algo. Así fue también que alguna vez supimos llegar a su casa en el pueblo de Santa Coloma a compartir un almuerzo en familia, conocer su “atelier”, apreciar obras en período de creación, observar algunos de sus primeros trabajos en años juveniles, y contemplar también sus caballos con los que entonces solía salir a recorrer las vecindades de su pueblo.
Guardo la primera tarjeta que de él recibí, invitando a la exposición montada en el Museo de Motivos Argentinos “José Hernández” en 10/1987, titulada “De Ramos Generales” -jugando un poco con su apellido-, y que muestra un almacén de ramos generales y en una compleja composición una serie de caballos y paisanos en distintas actitudes en la vereda, el palenque y la calle.
Como ya he contado sobre los versos inspirados por obras de distintos pintores, esta tarjeta también me acercó “la inspiración” y le escribí entonces siete décimas que a la brevedad, en 03/1988 le remití para que las conozca, junto a otras tres composiciones nacidas de la observación de otros tantos trabajos suyos.
Con Don Carlos Moncaut siempre tuve una muy fluida relación, y gentilmente solía aportar a mis inquietudes, y cuando él necesitaba alguna referencia de versos y poetas, solía consultarme. Cuando estaba escribiendo el libro “Pulperías – Esquinas y Almacenes de la Campaña Bonaerense”, supe, casualmente, visitarlo en su casa, y de allí surgió la posibilidad que le arrimase fotos y poemas, de Wenceslao Varela, por ejemplo, y también la “inspiradora” tarjeta de Ramos, y cuál no sería mi sorpresa cuando al aparecer el libro en 10/2000, cerrando el Capítulo 4, incluyó mis décimas y la reproducción de la obra de Ramos.
Así, casi sin quererlo, el verso había andado su propio camino, ganando un lugar importante al estar incluido en un libro de tan ilustre historiador.
No está incluido aún en algún libro mío, porque aunque hoy lejana, abrazo la esperanza de editar en algún momento, un libro reuniendo los versos nacidos al amparo de las obras de Rodolfo Ramos, como lo fuera “Travesiando” con versos sobre obras de Eleodoro Marenco.
Comparto ahora con la audiencia, las décimas de:

RAMOS GENERALES

Del pueblo cuasi a un costao
ansí tal cual lo rilato,
está la esquina “El Barato”,
un almacén muy nombrao.
¿Quién su palenque no ha usao
p’atar una vez, siquiera…?
Ya que la gente campera
al dir a gastar sus riales
en los “Ramos Generales”
se anoticia de’ndeveras.


Van gritando los ladriyos
de su amplia costrución
que anque años tiene un montón
no se le apocan los briyos.
Unos palenques senciyos
sobre’l costao de la caye
muestran en lujo y detaye
los aperos más gauchones
en pingos y redomones
del paisano que ayí raye.

Al final del edificio
que motiva ésta cuestión,
de chapa hay un gran portón
que’s pa’l carro de servicio.
Ayí está el patio, propicio
por su sombra, pa’l verano,
ande se nota la mano
de quien -por tenerlo lindo-
con escoba ‘e tamarindo
lo deja asiao de temprano.

Y la gente‘e la campaña
se surte y aprovisiona
en esa esquina gauchona
ande’l pedido no estraña:
áhi se compra una guadaña,
sarnífugo y alpargatas,
una bolsa de batatas,
algún porrón de giñiebra,
tabaco del negro en hebra
o grasa pa’ carro y chata.

Si se ofrece: caramelos
pa’ los gurise’ o las damas,
y telas de ricas tramas
o variedá de pañuelos;
rejas, pa’ tayar los suelos,
pizones, barretas, palas;
ni falta una caja ‘e balas
ni ponchos tampoco faltan,
¡y en los estantes resaltan
las bebidas más bagualas!

Y del negocio en la puerta
-siempre el palenque rodiando-
¡que hay camperos conviersando
es una cosa muy cierta!
Y estando la casa abierta
no falta alguno en la entrada
ni esa vecina aplicada
que yega, por un si acaso,
a vender -canasta al brazo-
la muy sabrosa empanada.

Hay dos que al tranco pausao
van buscando el derrotero
y otro, menta el parejero
que trái de tiro, tapao.
Y no falta el perro echao
que al sol, le’squiva los males
buscando‘e los animales
la sombra que le da amparo.
¡Qué hay de todo y nada es raro
en los “Ramos Generales”!
                                      (1°/03/1988)
Carlos Raúl Risso E.

domingo, 6 de diciembre de 2015

SIN GÜELTA DE HOJA

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 32 – 06/12/2015

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.

Allá por 1978 cuando las circunstancias nos dejaban sin campo para los caballos, ya que un tío abuelo entregaba “El Carmen del Pescado” al cumplirse el período de arrendamiento y no renovarlo, apareció la figura de Don José Tirado diciéndole a mi padre, que los llevase a su campo que sin duda había lugar para ellos.
Don José, por decirlo de algún modo, era de la época de mi abuelo, y las familias se conocían de siempre, ya que del año 8 al 25 mi abuelo había estado en “San Miguel de Espinel”, establecimiento muy próximo a “El Albardón” de Tirado.
Disfrutaba de todo aquello que tuviese que ver con las tradiciones, y era un gran entusiasta del caballo, al punto que en otro campo, tenía manada, casi que por el gusto nomás de sacar caballos de su propia cría.
Le entusiasmaba ver a sus nietos Gladys y Rubén desfilando de a caballo o participando de los grandes pericones.
Para las fiesta del Día de la Tradición o algún encuentro en “La Montonera”, solíamos ensillar bien temprano y salir clareando, al tranco para llegar con los caballos enteritos a la fiesta que fuese. Recuerdo que uno de aquellos días, cuando ya estábamos por montar, me dijo algo así como: “-Ya están listos…? Vení así comen algo antes de arrancar.”, y resulta que había preparado una sartenada de milanesas fritas en grasa para no salir “venao”, y es justo reconocerlo ¡estaban exquisitas!, imposible esquivarle el bulto a esa tentación.
Demás está decir que andando el tiempo, los huesos de “El Llamador” y “El Pampero” blanquearon en un potrero de “El Albardón”, muriendo en paz y a campo, como haciéndole una vistosa gambeta  “al tacho”.
En diciembre de 1983 Don José cumplía 80 años, y su hija Beba y su yerno Oscar, le organizaron un gran fiesta, para lo cual se acondicionó el tinglado del tambo y allí se armaron las mesas para los muchos comensales. Asistí con toda la familia: mis abuelos, mi madre, esposa e hijos, y también convidamos a Miguel Petto que por supuesto fue con la guitarra.
Aquel día, “Pepe” Ameghino estaba encargado de los asados, y si no me equivoco, acompañado por Mario Sanchez y José María Jaca.
Le llevé de regalo el verso que ahora vamos a compartir: “Sin Güelta de Hoja”
Don José montó a caballo hasta su último día. Como era aficionado a la carpintería, tenía todas las tranqueras muy bien puestas, muy prolijas, por lo que las podía abrir y cerrar de acaballo, y así recorrer todos los potreros. Como era bastante morrudo y retacón, no podía echar el pie al estribo para montar, entonces, al lado del corral, había construido un tarimita con tres escalones, y allí arrimaba su caballo y así montaba sin problema.
Don José Tirado falleció a la edad de 82 años, el 06 /06/1986, hace ya 29 años.

SIN GÜELTA DE HOJA


Quiere’l trenzao de mi canto
volcarle un pial de cariño,
y sobre’l tiro me aliño
al abrigo de su manto,
porque usté que sabe tanto
de las costumbres camperas
me h’arrocinao endeveras
al fogón de su decir,
ese, que pa’ mi sentir
¡nunca ha tenido tranqueras!

Mi verso enciende candiles
que le amojonan la güeya
y hacen briyar más la estreya
de sus sentidos viriles;
yeva unos cuantos abriles
entropiyaos con anhelo,
que hacen que’l yamarlo agüelo
sea una espresión sin engaños,
porque’n verdá son sus años
¡entable de un solo pelo!

Retazo de tradición;
bronce vivo de una raza
que se agranda mientras pasa
el tiempo al tranco lerdón;
ansí es usté en su fogón
con su silencio projundo,
silencio en el que me hundo
cuando emprincipia un relato
¡porque su voz es mandato
de las raíces del mundo!

A través de su presencia
me topo con mis mayores,
y revivo los albores
de nuestra crioya esistencia.
Usté’s palo que aquerencia
a los que quieren lo crioyo,
palenque’n el que me apoyo
con tuita la juerza’el brazo,
porque a su lao sé que al lazo
bien tirao, ¡le sobra un royo!

No es murmuyo’e tradición
lo que mi verso le canta:
¡es grito a flor de garganta
con fundamento y razón!
¿De homenaje…? Mi emoción
como sentimiento humano
por saberlo tan paisano,
sin güelta de hoja… ¡derecho!
y que al corazón del pecho
¡yeva en el güeco’e la mano!
                                            (14/12/1983)
 Carlos Raúl Risso E.-