LR 11 – Radio
Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 36 – 03/01/2016
Con su licencia, paisano!
Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz,
mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su
historia”.
El verso de hoy no
tiene una particular historia, pero sí nos da pie para contar algo.
Dentro de nuestra
literatura de raíz gaucha, son bastante comunes los versos criollos que están
pensados como una carta, donde el que escribe o habla -el remitente-, le hace
un pedido o le brinda información a otro -el receptor-, por lo general un
familiar, un amigo o el propio patrón.
Si bien puede haber
otros antecedentes, arrancamos con Don José Hernández, quien utilizó dicha
forma. Excepción hecha del “Martín Fierro”, los pocos versos que se conocen de
su autoría, son muy menores si los comparamos a su épico poema, salvo… el que
escribiera a modo de carta dirigido al pintor uruguayo Juan Manuel Blanes, a
raíz de la exposición en Buenos Aires, de su cuadro “Los 33 Orientales”. Son 33
sextinas, cada una dedicada a uno de los personajes del cuadro; podemos opinar:
una pinturita.
Hurgando en el ayer nos
encontramos con “Cartas Gauchas” de Nicolás Granada, publicado en 1910, en las
que el gaucho Martín Oro le escribe a su mujer Benita Chaparro describiéndole
las “Fiestas del Centenario Patrio”; y también “Cartas Pa’ M’hija” de Luis Ramicone,
publicado en 1954, en las que un paisano le escribe cartas a su hija que ha
viajado a otro pago. En los dos casos son libros donde cada uno de los versos
es una carta.
De los muy conocidos
que han andado en los fogones del siglo pasado, tenemos: los que escribió Martín
Castro, “Chasqui -para el Dr. Agüero-”, aquel en que al final le avisa que le
manda “haches y puntos por cientos / y más comillas y acentos…” para cubrir sus
faltas ortográficas; como también “Malas Noticias”, la carta de Menvielle en que un hermano
le avisa a otro que la madre está muy delicada. Tampoco falta Pedro Risso, y en
su vasta producción “Noticias para un amigo”, “Las quejas del capataz” o “Pa’
no perderse”, son claros ejemplos.
Yo también he
incurrido… y con mucha frecuencia, en las cartas-versos, a tal punto que tres
de mis libros tienen un capítulo que las reúne, a los que he titulado: “Mesivas”,
“Del chasque” y “Entre Amigos”.
Con “El Vasco” Víctor
Abel Giménez, el payador Pedro Carrizo, “El Lujanero” Alberto Zárate, entre
muchos más, en otras épocas he sabido cartearme en verso.
Por eso ahora le vamos
a ofrecer a nuestros oyentes, de mi último libro “Del Mesmo Pelo”, unas décimas
que titulé “¡Güen Viaje!”, y que escribí hace ahora veinte años -siguiendo de
algún modo el estilo de “Pa’ no perderse” de Don Pedro.
Aunque en ningún
momento se cita, lo cierto es que la descripción hecha, se ajusta -más de de 40 años atrás- las
circunstancias del camino saliendo desde mi casa platense, hasta llegar al
arroyo “Zapata”, cuando hace cruz con “el camino real”, como mis mayores
llamaban a la Ruta 11.
Van entonces, las
décimas de:
¡ GÜEN VIAJE !
¿Usté
pregunta, señor,
pa’
continuar con güen tino
por
los datos del camino
pa’
yegar al “Mirador”?
soy
algo conocedor
y
en lo que digo no yerro
qu’he
tropiao pa’l Vasco Ezquerro
en
ponchadas de ucasiones
y
enyegando, sus patrones
nunca
me han negao encierro.
Siga
en áura como va
hasta
que tope esta güeya
una
caye ancha, y en eya
vuelque
al lao del lazo, ya;
péguelé
a su goluntá
galopiando
sin apuro,
pronto
verá, le aseguro
la
capiya’el padre cura;
siga
en esa derechura
que
va en camino seguro.
Ande
la caye termina
golviéndose
campo abierto
como
si entrara’l disierto
haga
puntiar la madrina.
Su
rumbo al este se inclina
agatas
lo haiga cruzao
al
arroyo’e Maldonao
-le
aclaro y no me confundo-
que’s angosto y no es projundo
y
hay un paso desplayao.
Cuando
yeve trajinao
un
rispetable tirón
verá
unos álamos, don,
que
hacen un monte apretao,
oríyelo
con cuidao
que
hay una laguna chica,
tuerza
a la zurda y se ubica
sobre
los campos más altos
pa’
yegar, sin sobresaltos
a
un riacho que los salpica.
Son
las aguas de “El Pescao”
que
cruza un puente’e madera
pero…
¡guarda si es matrera
la
tropiya, pa’l tablao…!
Si
es el caso, con cuidao
media
cuadra’ntes, al menos,
dentre
a tantiar el terreno
pa’
cruzar de un zambuyón
por
campos de “El Albardón”
que
no han de ponerle freno.
Tres
leguas ya yeva’ndadas
cuando
en ese punto se haye,
busque
al sur, y firme taye
que
ya la tiene ganada,
y
al enfrentar, de pasada,
de
los Traverso, la estancia,
ponga’l
naciente constancia
y
al dar a un boliche crioyo,
siga
la senda’l arroyo
que
tiene a corta distancia.
Al
toparlo, no lo cruce,
costeeló
pa’l lao del lazo
y
al “Mirador”, amigazo,
verá
que’ntre un monte luce;
casuarinas
de alto tuse
lo
enmarcan con su ramaje,
y
cuando al yegar se abaje
si
no l’he’rrao en lo que hablo,
salúdemeló
a Don Pablo,
y
áura: ¡qué tenga güen viaje!
(09/03/1996)
Carlos Raúl Risso E.-
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