domingo, 17 de abril de 2016

COSAS QUE SON

L/R 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro 47 – 17/04/2016

Con su licencia, paisanos! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”

A esta altura, cuando ya se ha vivido y con yapa, la mitad de la vida, uno se permite reflexionar y analizar algunas cosas vividas, y saber que como sin darse cuenta se ha transitado sin vanas estridencias, por las huellas gauchas de las tradiciones nuestras.
Y en ese andar, desde hace ya bastante me ha resultado importante para mis inquietudes literarias, ese rincón de mi morada al que pomposamente llamo: “Archivo – Biblioteca – Museo <El Galpón>”, así por orden alfabético, para que ninguna parte sea más importante que la otra. Pero las cosas no se dan así porque sí, de un momento a otro, sino que tienen un principio, pasa que a veces uno no se da cuenta “que algo está empezando a suceder”.
Así fue que el “archivo”, que se compone fundamentalmente de recortes de diarios y revistas, lo comencé por curiosidad siendo casi niño, cuando guardaba aquellas noticias que me resultaban curiosas, hasta que le encontré el rumbo de guardar aquellas cosas vinculadas a la vida gaucha y la historia; la biblioteca comenzó a nacer un tanto más adelante, cuando pude disponer de algún peso propio para adquirir un libro, para ir sumándolos a las veintena de libros de versos que tenía mi padre.
En cuanto al “museo”, éste tiene otra historia, debiendo remontarme hacia mis 8 o 10 años, o sea allá por 1960/62. Ayudaba a mi abuelo a lidiar con  unos novillitos y vaquillonas, en un bien puesto corral, próximo a la costa del arroyo, al que por dos lados sombreaban talas y acacias, mientras que varias cinas se apoyaban en el alambrado de un costado.
Quien hace este recuerdo, adentro del corral, de a caballo, obedeciendo las ordenes del abuelo que señalaba que animal debía ir entrando en la manga. Y parece que el trabajo lo hacía bien… claro, “el zaino” no necesitaba jinete, si casi que apartaba solo.
En eso, caminando, costeando el alambrado que venía de “las casa”, se fueron acercando cinco paisano que no eran de la vecindad. Al llegar vinieron los saludos de rigor, pero igual se siguió con el trabajo hasta terminar. Recién ahí se volvió a “las casa” y sucedió el ritual del mate. Ah!, me olvidaba: de los visitantes, un paisano bastante joven, flacón y alto, preguntó “quien era el chico que trabajaba de a caballo”.
Los paisano venían de la Ensenada, más precisamente de “La Montonera”, e iban con rumbo a la Magdalena, pero como uno de los montados venía con problemas, pedían permiso para soltarlo en el campo y poder seguir viaje sin ese contratiempo.
Mientras los más mateaban y conversaban en una esquina de la edificación, el paisano más joven ya citado, recorría lentamente el contorno del galpón y de una troja, y cada tanto, cuando encontraba “algún fierro viejo”, levantándolo para mostrarlo, alzando la voz decía: “-Don Espinel…! me lo llevo”.
Allí cerca de mi abuelo, mi curiosidad se volvía intriga por saber que era lo que ese hombre hacía.
Tras la despedida, y cuando los paisanos continuaron el viaje hacia la Magdalena, mi pregunta no se hizo esperar: “-Tata, para que quiere ese hombre esos fierros viejos”; “-Él los junta porque está armando un museo”, algo así fue la respuesta que repiqueteó en mi cerebro, como que me quedé pensando: pero si esas cosas yo las he visto todos los días…?, claro que mediaba mi ignorancia.
Después de ese suceso le dije a mi abuelo: “entonces ahora todas las cosas viejas que haya las quiero para mí”, y así le empecé a echar el ojo a todo aquello que me parecía antiguo, comenzando por lo tanto, mi afán de coleccionar antigüedades vinculadas a la vida rural.
 Aquel paisano alto y joven no era otro que José “Pepe” Ameghino, quien justamente el domingo pasado estuvo celebrando su cumpleaños, y es a quien debo por lo tanto, mi interés por conservar las cosas del ayer rural.
Unos 20 años después, escribí los cuartetos que ahora comparto con los oyentes, y en los que muy someramente hablo del “museo”:

COSAS QUE SON

Tengo unas cosas viejas que mi vida acompañan,
me afirman en el suelo y lo gaucho me abraza.
Son retazos de historia de nuestra crioya raza
que’unque no tienen briyos, con su esplendor me bañan.

Quizás sean solo ‘fierros’ para el que nada sabe;
o pedazos de tela sin ninguna importancia;
o solamente cueros con gastada elegancia…
¡Pero yo sé que’n ellos muchos de historia cabe!

Yo siento que retoza mi espíritu argentino
cuando oservo en silencio, el yugo de carreta,
y entropiya los bríos de’sta mi vida inquieta,
el tañir de  un cencerro que supo andar camino.

Ese fierro osidao con la’rgoya grandota
es un freno mulero o de candao, si quiere;
y áhi abajo, sin prisa, que su letura esmere
le dicen los papeles que de antiguo dan nota.

Y esas prendas de tela que bordada imagina
son crioyos calzonciyos ande’l cribao se luce.
Supo un tataragüelo vestirlos… y aura al cruce
le digo: ¡hacen cien años poblaban mi Argentina!,

Hoja de lindo peso con el lomo labrao
tiene un facón que me habla de tiempos de bravura,
yunta le hace un revolver -hoy sin empuñadura-
que’ra de cuatro caños, ¡a quien no habrá asustao!

Y esos güesos que hoy andan atao uno con otro
son bancos de cadera, que habitaban fogones
y ayí, sentao en ellos, pa’ cubrir sus garrones
sobaron los paisanos de’sas botas de potro.

Con esas y otras cosas se agiganta mi orguyo:
porque soy Argentino y además bonaerense;
porque fueron los crioyos por mucho que se piense
los que poniendo el pecho, el triunfo hicieron suyo.

Y aunque cambien los tiempos y eyos cambie todo
yo no olvido lo lindo de nuestras tradiciones,
y sigo pa’delante en alto mis razones
mientras mis cosas viejas me alumbran a su modo.

                                                                           (10/04/1980)
Carlos Raúl Risso E.-


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