LR
11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
46 – 03/04/2016
Con su licencia, paisanos!
Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz,
mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con
su historia”
Ya he expresado en charlas anteriores
que creo en la inspiración, al menos a mi me pasa eso de tener períodos en que
nada nace, nada se escribe, y otros momentos de escribir a cuatro manos.
Dentro de los temas que me son
recurrentes o que me inspiran, están la lluvia, las taperas, el caballo, el
amor gaucho, los quehaceres del mensual, la doma, la reunión del fogón…
En las cosas viejas, como puede ser una
tapera, si se ignora la historia de la que se ve, uno recrea una historia,
inventa los personajes, les traza una historia; o sea, parte de un hecho real y
tangible: la tapera, y a partir de allí se deja llevar por la inspiración.
En ese estado, en mis años de muchachito
chico, saliendo de “Los Ombúes”, solíamos tomar una callecita vecinal, por
tramos bordeada de tupidas cinas-cinas, en otros solo una huella como queriendo
perderse, y allá más adelante, al llegar a un arroyito angosto pero encajonado,
los restos de un puente de madera que el paso del tiempo, la falta de atención,
y alguna crecida inoportuna habían inutilizado.
Más de una vez al llegar hasta él me he
desmontado para hurgar con la mirada entre esas anónimas ruinas de madera
camino a transformarse nuevamente en tierra, borrando así la historia de lo que
alguna vez fueran.
Las cosas vividas en esa etapa de la
vida, es indudable que se nos quedan grabadas en algún pliego de la memoria, y
andando el tiempo, en los que tenemos alguna sensibilidad, en algún momento
vuelven a nosotros para cobrar vida otra vez, en un cuadro, si el que lo vivencia
es un pintor, en un cuento si se es escritor, y en mi caso, aunque sea
pretensioso afirmarlo, en las estrofas de un verso si es que uno pretende andar
los rumbos de la poesía.
Así fue que cuando ya no visita ni
pasaba cerca de aquel sitio solitario, un día ¿vaya a saber por qué?, por la
inspiración seguramente, cobró vida en mis recuerdos el puente aquel, y ahora
en forma de décimas lo tuve otra vez frente a mí, y como si lo visitara por
última vez, como si me despidiera de esas humildes ruinas, comenzaron a fluir
los renglones que hoy lo sobreviven, y vaya a saber por cuanto tiempo, en las
páginas de aquel “Al Badajear del Cencerro” con que me iniciara publicando allá
por principios de 1980.
Han pasado ya muchos años del momento
que escribiera esas cuatro décimas, pero cada vez que las reencuentro en el
papel, es como si milagrosamente volviera a mi ayer, y me encontrara allí,
recorriendo la “callecita de Burgos” para topar como sin querer la cosa, con
aquel puente que había dejado de cruzar de orilla a orilla aquel arroyito de
mis campos de ayer.
PUENTE VIEJO
Viejo
puente de madera
que
triste jue tu destino,
ya
no unís más el camino
como
años atrás lo hicieras.
A
tu izquierda una tapera…
a
tu derecha un cardal,
miran
con silencio igual
a
tu figura quebrada,
sobre’l
arroyo inclinada
como
en un rezo final.
El
tiempo quizo borrarte
de
tu lomo los rodao
porque’l
trajín ha cesao
de
los que solían cruzarte;
el
yuyo vino a trenzarte
un
poncho de verde olvido,
y
solo uno que otro ruido
de
las nutria’en el arroyo,
quiebran
el silencio crioyo
en
el que te hayás sumido.
Hoy
de a cabayo, he yegao
hasta
tu lao pa’ mirarte,
y
un momento acompañarte
en
tu presente cayao;
en
tu hosamenta sentao
oservo
el tranquilo lecho,
del
arroyo que’n su pecho
acuna
los camalotes
que
balanciando sus brotes
se
van “pa’l Plata” derecho.
El
arroyo vivoriando
se
aleja del “puente viejo”,
tajiando
el verde parejo
del
campo que va cruzando.
Me
levanto y caminando
voy
a mi pingo montar,
y
al momento de’stribar
echo
un’última mirada…
a
esa figura gastada
que’l
tiempo se ha de yevar.
(9/05/1972)
Carlos Raúl Risso E.-
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