domingo, 27 de marzo de 2016

TORMENTA

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro 44 – 27/03/2016

Con su licencia, paisanos! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”

Después de haber borroneado mis primeras décimas, y cuando ya me animaba a componer versos con un tema definido, ingenuamente pensé que a alguno -o algunos- de los amigos cantores junto a los que me había venido formando casi como sin darme cuenta (junto también a bailarines y escritores), le iba a interesar cantarlos, y así fue que entonces cometí el error de entregar algunos versos a determinadas personas, casi poniéndolas en el compromiso de tener que cantarlos. Por suerte no demoré mucho en darme cuenta que el cantor va a interpretar lo que a él le llega íntimamente, aquello con lo que se identifica, y no lo que uno cree que puede gustarle.
Tan así fue esto, que para mi sorpresa, los que primero tomaron temas de mis primigenios libros, fueron cantores que ya tenían una trayectoria hecha, y que casualmente no eran de mi zona ni de mi trato frecuente.
 El primero de ellos, hacia 1986, fue Rómulo Nahuel, el cantor de Mar del Plata, quien creo, conoció mi “Al Badajear del Cencerro” a través de Jorge Kristiansen (aquel locutor que grabara un disco junto a Tito Ramos, dedicado al tren), o bien por mediación del paisano Don Doroteo Rembado que solía ir a Mar del Plata donde visitaba las audiciones nativistas.
En definitiva Rómulo interpretó y grabó dos temas: “Por si acaso” como milonga, y “Tormenta”, un poema. No me enteré por él, quien nunca me avisó, sino por terceros que me acercaron la grabación: pero igual, agradecido yo!
Tiempo después fue Rubén Barcia quien se allegó a mi lugar de trabajo para comentarme que tenía ganas de grabar dos temas: “Pampas y Overos” y “El Capataz de Feria”. De ahí en más se sumarían muchas grabaciones. Y nunca más volví a darle a un cantor un tema con la intención que lo tome para su repertorio... a no ser que él directamente me lo pida. En todo caso le doy un libro y si quiere hacer algo es él quien lo elige.
El primer cantor que interpretó un tema mío en un escenario, esto por 1969 – 1970, fue "El Negro" Hugo Migueles, quien había sido integrante de “Los Cantores del Norte”; estábamos con “El Alero” presentándonos en Exaltación de la Cruz, y cuando le tocó el turno de hacer su salida, Hugo me dio la sorpresa de cantar una letra mía, de la que yo ignoraba tuviese una copia.
Volviendo a Rómulo Nahuel, tuvo -me parece- el buen tino de tomar un poema, más propiamente un romance, dedicado a describir una tormenta, letra en la que jugué al pintar los coloridos y el movimiento de las nubes cuando se está formando la tormenta, con el pelo de los yeguarizos y suponiendo por momentos que detallaba una tropilla.
Como yo no tengo empacho en dar los nombres de quienes influyeron en mi formación, porque tengo la tranquilidad de saber que nunca busco la imitación, sino que intento nutrirme y en todo caso “copiar” del otro el tratamiento que hace de un tema, en este caso puntual el inspirador es el Pancho Moreno Palacios, como ya conté alguna vez, cuando en un caso análogo él dice: “El toro de los truenos viene bramando…”.
Dicho romance lo escribí el 4/02/1976. Hace por lo tanto ya: ¡cuarenta años! Ojo, que el primer sorprendido por la antigüedad soy yo.
Para no agrandar el misterio, dice esa letra:

        TORMENTA                              
           (romance)


Jué, pa’ los mediaos de un junio.
Discompuesto andaba el tiempo.
Se’ntropiyaban las nubes
en un muestrario de pelos:
“tordiyos negros”, “sabinos”,
“lobunos”, “moro”, “azulejos”…
pero de “oscuros tapao”
el entable s’iba haciendo.
De golpe: ¡tronó el badajo
y se’stremeció el cencerro!,
y lo que’ra melodía
jue ronco grito’e misterio…
Los pingos, en los garrones
ya se afirmaron ¡dispiertos!,
caracoliaron nerviosos
esperando que’l cabresto
diera a la yegua madrina
el ¡aura!, p’andar senderos.
Y el briyo de un rejucilo
tajiando el aire certero,
jue la señal de partida
y la ofició de rayero.
Pa’delante la madrina
se abalanzó, y el cencerro
golvió a tañir su alarido
que jue rodando en el eco.
Se’stremecieron los montes
sacudidos por el viento,
que golpiaba prepotente
por tener güenos encuentros.
Y un manto de negra trama
tuito emponchó en un momento.
Y no esperó más, ya estaba
entre yoroso y gimiendo
el chaparrón descolgao
formando charcos al güelo,
p’hacerle un poncho “tobiano”
al verde poncho del suelo;
mientras que de tanto en tanto
-pa’ ver como andaba el riego-,
se’ncendía en rejucilos
la negrura de los cielos,
y pa’ ver si los cabayos
pastiaban a campo abierto,
se sacudía la madrina
en el misterio de un trueno,
ronco golpiar del badajo
entropiyando dispersos.
Hasta que de poco a poco
tuito lo copó el silencio,
y lo que’ra chaparrón
en garúa jue muriendo…
Se serenaron los montes,
los nubarrones se abrieron,
y la noche, que dispierta
lo había pasao al acecho,
le jue dando paso al día
pa’ brindarle color cierto
a lo que’n tuita’esas horas
jue ganando el desconcierto.
Y con cencerros de trinos
que los pájaros pusieron
-dulce melodía de silbos
que’ntró a reemplazar al trueno-,
con el canto del arroyo
y el grito del tero-tero,
se jueron entropiyando
las nuevas nubes del cielo
con “tordiyos porcelanos”
y algunos “palomos” sueltos,
que al filtrar el sol sus rayos
se hicieron ¡“rosao-overos”!,
porque’ntre’l abra de nubes
el sol asomó de nuevo
la alegría campechana
de’ste paraje surero.

Jue pa’ los mediaos de un junio
lo que hoy es este ricuerdo.
                                             (04/02/1976)
                                                 
Carlos Raúl Risso E.-

(Grabado por Rómulo Nahuel en su producción “Para Cantarle a Mi Gente”, Mar del Plata, 1986)


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