LR
11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
43 – 13/03/2016
Con su licencia,
paisanos! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor
luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal…
con su historia”
El domingo anterior
hablábamos de aquellos tiempos niños que en algún aspecto tratamos de retratar
en “Hijo’e tigre”, y hoy pensamos en voz alta que aquellos años pasados y las
experiencias vividas en “Los Ombúes” -tan solo un retazo de campo de lo que
fuera “El Mirador” de Espinel-, han sido y son un manantial en el que abrevamos
cuando la composición de un verso, un cuento o algún artículo. Y por otro lado
daría la impresión que aquellos sucesos no solo están frescos en la memoria,
sino que, el paso del tiempo los limpió de impurezas, y los ha mejorado.
Por entonces, en lo que
era ‘el cuarto de las sogas’, se guardaba ‘la máquina del establecimiento’: un
Ford A modelo 1931, de dos puertas. Inquietudes de chico curioso, me llevaron
un día a encontrar allí, entre otros trastos viejos, dos viejos libros: La Gran
Guía Descriptiva de la Provincia de Buenos Aires, de 1896, y “El Indio del
Desierto -1535 / 1879”, de Dionisio Schoo Lastra, editado por Casa Peuser en
1928. Por éste último, que estaba bastante dañado, tuve mi primera impresión
cierta sobre la vida del indio. (Puedo dar estos datos con fechas y demás, no
de memoria, sino porque los conservo en mi biblioteca).
“Amante
del gaucho desde siempre, intuía también que gaucho e indio no eran “hermanos”, y sí más vale, “enemigos
por intereses de terceros que los enfrentaron.”
(*)
Schoo Lastra no tenía
30 años cuando escribió dicho libro, y tuvo para hacerlo, información de
primera mano, como que fue secretario de Julio Argentino Rocca, cuando éste ya
estaba retirado de toda actividad, y él le ayudaba en el ordenamiento de
escritos y redacción de recuerdos, incluso muchas veces en los campos lejanos
de la estancia “La Larga”. Y más allá que dicho libro podía tener una visión
“pro conquista”, a mi me sirvió en años tempranos, y mucho!, a tal punto que lo
recomiendo a los oyentes: “El Indio del Desierto”.
Pocos años después
escribía la letra de un triunfo que comienza diciendo: “Pobre’l indio’e mi tierra / tan perseguido / ¡qué digo siempre
corrido! / Eran tan argentinos / como nosotros, / ¡pero eyos eran más potros!”.
Más allá de esta visión, no soy de los que se rasgan las vestiduras defendiendo
al aborigen. Tengo mi propia interpretación.
Muchos años después, el
Círculo Militar editó una carpeta con un disco larga duración con marchas, y
una media docena de láminas sobre la Conquista del Desierto, fruto de la
creación del maestro Eleodoro Marenco; una de ellas refiere a un indio de
pelea, emponchado, montado en un overo rosado, con su larga lanza, en actitud
de observación.
Dicha composición, me motivó
unas décimas que titulé “Indio de Lanza”, que por estar inspirado en Marenco,
está incluido en el libro “Travesiando”.
(*) Artículo “Sobre el Indio”, en el
blog “Escritor Costumbrista
INDIO DE LANZA
Como una
visión pasada
que
dende’l ayer me alcanza
veo el
coligüe de la lanza
con plumas,
empenachada.
Lo serio
de una mirada
indio, me
obliga a pensar,
y en mi
pensamiento andar
pa’ brindarte
con acierto,
mi
ricuerdo anque estés muerto
porque te
debo un cantar.
Aquel
noble valor tuyo
defendiendo
la querencia,
solo
afluejó a la inclemencia
del
jusil, sigún intuyo.
No se
doblegó tu orguyo
y en una
carga suicida
vendiste
cara tu vida
antes
que’ngriyarte a un cepo,
porque a
mi ver, ¡ni de prepo!
tu lanza
cayó rendida.
De cada
pampa valiente
que abonó
este crioyo suelo
se
prendió en el aire’l güelo
de su
imagen propiamente.
Por eso
que ridepente
hoy noto
tu aparición
como
histórica visión
que me
viene a ricordar,
que del
indio jue’l lugar
ande hoy
armo mi fogón.
Te puedo
ver de a cabayo
en un
overo galán
y que los
dos viendo están
mi
priesente de soslayo.
Por eso
que pronto rayo
mi verso
más parejero,
por tu
estampa, por tu overo,
por tu
yano y por tu gloria.
¡Pues lo
cierto de la historia
quiero
sepa el mundo entero!
Es cierto
que maloquiaste
a tu
gusto y discreción
pero
antes una invasión
d’estranjeros
soportaste,
y si al
principio afluejaste
¡por
asombro! y no temor,
dispués
mostraste valor
y en
lucha, por muchos años,
enfrentaste
sin engaños
a’quel
que jue “tu invasor”.
A vos te
venció el progreso
y no el
valor pecho a pecho:
la bala,
anque grande’l trecho
te dio
con juerza su beso.
Se
sangreó tu cuero grueso
curtido
viviendo al raso,
y si
reculó tu paso
en
defensiva bataya,
¡ni un
jeme cedió tu agaya
en la línia
del ocaso!
Tu
presencia, indio guerrero
-con la
libertá de istinto-
en mi crioyo
verso pinto
por verte
de cuerpo entero:
bien
montao sobre un overo
que’s
calzao de pata y mano,
de grueso
poncho pampiano,
chiripá y
bota de potro,
hacia vos
(o a cualquier otro)
estiendo
mi brazo: ¡hermano!
Carlos Raúl Risso E.-
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