LR 11 – Radio Universidad –
“CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
Nº 014 –19/07/2015
Con su licencia, paisano! Acomodado
en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos
un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.
Tiene
razón Miguel Petto Gómez cuando dice “¡Cómo han cambiado las cosas!” Y son
muchas las cosas que con el tiempo han cambiado. Por ejemplo, casi en el
invierno de 1979 se celebraba el Centenario de las Campañas al Desierto que
organizó y comandó el Gral. Roca.
Hubo
actos, discursos, espectáculos… Eso hoy sería imposible, porque con el
advenimiento de la democracia, las reivindicaciones aborígenes comenzaron a
ganar espacio y muy otra es la realidad actualmente.
Unos
años antes de ese Centenario, El Círculo Militar Argentino, con el título de
“Retreta del Desierto”, editó una
carpeta con 6 o 7 láminas evocativas, realizadas por Eleodoro Marenco, y un
disco larga duración, con marchas militares, interpretadas por la Banda
Sinfónica Militar.
De
esas láminas, tomé la de un oficial muy
bien montado, y la de un indio pampa, lanza en mano en su caballo de pelea, y
las enmarqué. Supe cambiarlas de pared, pero siempre estuvieron cerca una de
otra, enfrentadas como mirándose y guardándose respeto.
Un
día, por los inicios de 1980, mi compadre Horacio García, que estaba parado
frente al cuadro del oficial, de pronto me pregunta: “¿Qué pelo es este
caballo…?”, por lo que me veo obligado a acercarme al cuadro, y aunque mi saber
no es mucho, tratar de definir el pelo del animal.
Miro
en detalle y le digo: “Picazo, pampa, bragao, calzao de las cuatro
patas…”, y tras una pausa agrego: “Me has obligado a comenzar un verso”.
¿Por qué le contesté esto?, porque inconscientemente le había respondido con dos
versos octosílabos, o sea, las dos primeras líneas de una estrofa.
El
paso siguiente fue, mentalmente por supuesto, quitar al militar del lomo del
pingo, e imaginar enhorquetado a un paisano flor. Lo bauticé con nombre y
apellido, y le imaginé condiciones y virtudes, y lo supuse en un domingo como
acercándose al boliche, a alguna fiesta, o por visitar a una moza.
Estas
décimas, por milonga, me las grabó Saturnino López Satur en su producción
“Apurá Chingolo Viejo”, del año 1992 y ahora las ha incorporado a su repertorio
el payador Santiago Vaquero.
Es
uno de los pocos versos que memorizo, por lo que lo he llevado por todos los
rumbos en que he andado.
Por
último acoto que lo incluí en mi primer libro “Al Badajear del Cencerro”.
Dice
entonces “Con Pilchas de Dominguear”, el verso que nació por intentar describir
un pelaje.
CON PILCHAS DE DOMINGUEAR
Picazo pampa bragao
calzao de las cuatro patas,
lindo haces lucir la plata
que reluce el emprendao.
¡Ta que’s un lujo, cuñao,
poder ensiyar ansina!
Se me antoja que no hay china
que no ‘afloje’ a su floreo,
si hay más de un crioyo, ya veo,
que al mirarlo se arrocina.
Del bozalejo fiador
-hecho de anchos eslabones-
priende con dos corazones
el freno, que es muy cantor;
las copas -de lo mejor-
a la coscoja hacen eco,
y anque de curioso peco
en el pretal dan la nota
en oro, la ‘pe y la ‘jota’
de Don Jacinto Pacheco.
Le acerca ricos fulgores
el sol, a tan crioyas priendas,
y rejucilan las riendas
en bombas y pasadores;
el pingo es de los mejores
pa’ lucir bien emprendao,
y estando ansina ensiyao
-como el dueño es muy campero-
un par de’stribos braceros
resaltan en el recao.
Si el hombre’nsiyó con lujo
pa’ una fiesta dominguera
sepan que él es, ande quiera,
un crioyazo sin tapujo:
curando bichera’, es brujo;
güen pialador, además;
como domador... capaz,
y es que abajo del chaleco
tiene un corazón Pacheco
¡que’s gaucho como el que más!
(09/05/1980)
Carlos
Raúl Risso E.-
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