LR 11 – Radio Universidad –
“CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
Nº 026 – 25/10/2015
Con su licencia,
paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor
luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal…
con su historia”.
Gracias a Dios, en años ya lejanos,
hemos tenido la suerte de conocer yerras, no a campo abierto, pero si en corral
grande y a lazo, donde como diversión, nos volteaban los ternerones después de
la marcación.
Más allá de la que se hacía en “Los
Ombúes”, mi abuelo Desiderio y Domingo Amondarain sabían arrendar algún potrero
de campo virgen (como aquellos del campo de ayer) sobre la costa del Plata, en
campos de la estancia de Aurteneche (“25 de Mayo” nombrada, si no me equivoco),
y allí -campo sin población- había un corral grande, bastante abandonado, donde
también se hacía la yerra a lazo.
Había que rejuntar la hacienda que a
veces ganaba los pajonales, y para un chico con aspiraciones de gaucho,
aquellas eran “aventuras” inolvidables.
También hemos sabido de algunas de esas
travesuras donde en alguna rinconada media oculta, se juntaba yeguada, a lazo
se agarraba alguna y se la montaba en el suelo, y aunque no era yo de los que
montaban, allí andaba de a caballo atajando o simplemente mirando, y recuerdo
entonces a Juancho y Carlitos Diz, a Pedro,
y otros muchachos cuyos nombres me ha borrado el esmeril del tiempo; no
quiero mentir, pero no se si no andaba ‘misturao’ José Gómez de Saravia.
Luego la vida nos hizo lector de todo
libro que hablase de cosas gauchas, y si eran del tiempo de antes: ¡mejor! La
“Patria Vieja” le llaman los orientales, y a decir verdad ¡qué lindo que suena
así!
Con los años escribí un verso en el que
se vislumbra una yerra de yeguarizos a corral , y allí se me ‘misturan’ aquellos
recuerdos de “allá lejos y hace tiempo” -como dijo Hudson-, con las historias
leídas y también las escuchadas relatar a los paisanos en las charlas del mate
o en la churrasqueada con un vino manso. Y acá me vienen a la memoria las
largas ‘conversas’ con Don Rodolfo Nicanor Kruzich, ¡qué amigazo!
Al verso -que se llama “Sobre el Pial”-,
lo escribí hace ya casi 34 años, y tiene su propia historia: lo incluí en mi
segundo libro, “De Sangre Pampa” del año 80, y de él lo tomó Alberto Durán para
incorporarlo a su repertorio.
Cuando allá por inicios de la década del
’90 se organizó en Coronel Dorrego un concurso de cantores sureros, que tenían
que participar en representación de una audición radial, Alberto se presentó
representando al programa de Pampa Carranza, y llegó a la final ¡y ganó el
certamen cantando ese tema!
Recuerdo que al regresar, me visitó para darme la
noticia, y me contaba que el jurado (entre los que estaba Carlos Castello
Luro), le había elogiado lo original del repertorio que había elegido.
Este es el verso en cuestión:
“SOBRE EL PIAL”
Puerta’juera
del corral
-los
ojos desorbitao-,
sale
bufando un gatiao
que
al suelo cái en el pial.
Tembloroso
el animal
en
dispués del golpe queda
y
antes que pararse pueda
un
mozo corre y lo muenta,
y
sobre’l pucho es tormenta
levantando
polvareda.
Ya
sobre’l pial, jue la monta,
y
sorpresa tras sorpresa
el
potro mezcla fiereza
con
un miedo que lo atonta;
un
perro overo lo apronta
toriando
desesperao,
mientras
que’l hombre pegao
sobre’l
lomo va sonriente
porque
gritó un ocurrente:
“si salió a hacer los mandao”.
Cuando
el potro ya se entriega
y
busca la disparada
el
mozo echa una parada
que’s
broche de’sa refriega.
Al
galopito se ayega
hasta
su lao un paisano
que
le ofrece estribo y mano
pa’
enancarlo a su picazo,
y
ya montao alza el brazo
en
saludo campechano.
Destreza que’s tradición:
¡sobre’l pial, montar en pelo!
Costumbre de’ste mi suelo
que engorda mi corazón.
Que siempre haya una canción
pa’ cantarle a lo argentino.
Lo de’ste suelo divino
no habrá de morir jamás
¡porque no habrá satanás
que tuerza nuestro destino!
(28/01/1980)
Carlos Raúl Risso E.