LR 11 – Radio Universidad –
“CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
Nº 024 – 11/10/2015
Con su licencia, paisano! Acomodado
en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos
un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.
5 años tendría cuando en el patio de
tierra de “Los Ombúes”, a la sombra de la gran palmera y el alcanfor grande,
Domingo Amondarain me enseñó los rudimentos del paso básico del zapateo; por la
misma época, en mi casa de La Plata, Bocha Espinel Boffi -que por entonces
vivió una temporada con nosotros- también me enseñaba lo mismo. De allí en
adelante acudí por el aprendizaje de danzas, a un par profesoras, jovencitas ambas; primero Lidia Marcovich
y luego Olga Giménez de Jurado. Con esta última aprendí una variedad de
mudanzas, y lo más importante del malambo: a repiquetear, que por suerte lo
saqué con los dos pies, que al fin resulta fundamental para el bailarín.
Recuerdo que ella se calzaba las botas fuertes, y así zapateaba conmigo.
Correría 1964 cuando con mis padres fui
al Teatro de la Comedia de la Provincia (entonces en calle 47 e/7 y 8), donde
se presentaba un espectáculo folclórico, que calculo hoy, debe haber sido
organizado por la Escuela de Danzas Tradicionales “José Hernández”, ya que el
hecho que me interesa relatar, fue presentado por quien fue director de ese
establecimiento, el renombrado Lojo Vidal (el padre de crianza del gran Julio
Bocca).
En un momento dado, presentó en el
escenario a cuatro o cinco muchachos, vestidos a la usanza netamente gaucha: chiripá
talar (o sea bien largo sobre la caña de la bota de potro), camisa, chaleco,
faja, tirador, pañuelo, sombrero… todos vestidos distinto, quiero decir: no
uniformados. Lojo a un costado los fue anunciando, y uno por uno hicieron
malambo surero con botas de potro. Es el primer registro visual que tengo de
tal danza.
Al poco tiempo, en una fiesta en “La Totora” de Magdalena, se
presentaba el conjunto “Cruz del Sur” que orientaba Ariel Tapia, en el que
bailaban -entre otros- Carlos Attemberg, Guillermo Villaverde, José Carrizo y
José Garzo. Y volví a contemplar una escena similar.
Coincidéntemente, en las casas murió una
yegüita picaza, de boyerear, y mi padre tuvo la original idea de decirle a mi
abuelo “Tata”: “¿Y si le sacó las botas,
para hacerle un par a Carlitos…?”. Y así fue que se puso a hacer lo que nunca
había hecho: un par de botas de potro, y le salieron tan bien, que se fue
dedicando a sus confección, de allí que muchos bailarines, y también jinetes
como Cacho Gomensoro o los entrerrianos hermanos Barbosa, usaron botas confeccionadas por
Don Romeo.
Sin maestros a la vista, pero ya con “las
botas en mis patas”, y a pura intuición criolla, comencé a adaptar todas las
figuras que sabía lo mismo que los repiques, para hacerlos al modo surero. Y
tan mal no me habrá ido, porque el propio Attemberg me vino a buscar para que
sea una de las tres parejas que estaba armando para el Cosquín de 1968, y yo
recién entonces cumplía 16 años.
Seguía siendo muy joven -“malambiaba y
endimás escrebía versos”-, cuando a los 18 años le hice unas décimas al
malambo, que gracias a Dios han hecho camino al andar, y hoy, habitualmente las
dicen Juan Carlos Luna y Pablo Liciaga cuando se topan en un contrapunto en un escenario, y a
veces también Tato Vaquero, en los televisados malambos de los domingos de
Canal 9.
Este el verso:
NO ES PA’ TUITOS, EL MALAMBO
¡Malambo!:
es discutido
tu
lugar de nacimiento,
pero
surero te siento
porque’n
el sur he nacido.
Quizás
poco conocido
seas
en la actualidá,
pero
a decir la verdá
cuanta
tradición que’n encierra
¡verte
bailao en la tierra
de
una guitarra al compás!
No
pretendo discutir
-tan
solo doy mi opinión-
y
así espongo la razón
de
mi surero sentir.
Tiene
el malambo el vivir
de
la región en que se haya:
en
el sur, de altiva taya
con
elegancia ante todo,
y
si es senciyo su modo
sepa,
¡le sobran agayas!
El
malambiar de un surero
refleja
un modo de vida.
Es
la pampa convertida
en
cuerpo de hombre campero.
Es
resabio’e fortinero
avisorando
el desierto.
Es
rastriar ante lo incierto.
Es
lucirse con un pial,
y
echar “el dos” a un bagual
beyaquiando
en campo abierto.
“Media
res de arriba, quieta
y
la de abajo bailando”,
estilo
que irá mostrando
quien
lo surero interpreta.
Costumbre
que se respeta
vaya
a saber de hace cuanto.
Dice
un refrán que es un tanto
popular
entre nosotros:
“No
es pa’ tuitos, bota’e potro”.
Y
en lo que he dicho, me planto.
(06/06/1970)
Carlos
Raúl Risso E.-
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