domingo, 18 de octubre de 2015

WENCESLAO

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 025 – 18/10/2015

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.

A veces resulto reiterativo, lo aclaro, porque muchas veces he dicho, en las reuniones con amigos, en las charlas que suelo ofrecer e incluso en este mismo espacio, que mis referentes en la poesía gaucha han sido Charrúa, Pedro Risso, Omar Menvielle, pero también he abrevado en otras fuentes, y así por ejemplo, en mis épocas de andar pisando escenarios como decidor de versos criollos, varios poetas uruguayos aportaban a mi repertorio, tal el caso de Yamandú Rodríguez, de Osiris Rodríguez Castillo y del para mi muy notable y campero Don Wenceslao Varela.
No tuve la dicha de conocerlo personalmente, pero si mantuve una amistad epistolar que inicié cuando le remití un ejemplar de “Al Badajear del Cencerro”, mi primer libro, y cuál  no sería mi sorpresa, al recibir poco tiempo después, una muy conceptuosa carta apuntalando mis pretensiones de incipiente poeta. De ahí en más, varias fueron las misivas que cruzaron el estuario del ancho río platense y varios los libros que intercambiamos.
No muchos son los que saben que Don Wenceslao “le hacía a la prosa” como que era autor de cuentos costumbristas, y que ya en el año 74 había reunido un grupo de ellos bajo el título de “Nazarenas de hierro”; de éste me remitió un ejemplar en el año 91 con una dedicatoria que reza: “Con paisano afecto te obsequio éste, que es algo de lo poco hecho por mi. Un abrazo de hermano – Wenceslao”.
En los últimos años de su vida tuvo un problema de visión que le impedía leer y escribir, y es así que se valía de una nieta para que le lea las cartas, a la que también le dictaba lo que quería escribir.
Casualmente su último libro también fue de cuentos, muy a mi gusto titulado “Albardones”, esa expresión tan a fin a los que hemos tenido por paisaje natural y cotidiano, los campos quebrados vecinos de la costa del Plata. Como un broche de oro, este último libro se lo publicó el Ministerio de Educación y Cultura de su país, como una “edición homenaje”.
Años antes, por cuestión de los libros, se había comunicado conmigo un compoblano de don Wenceslao, Eduardo “Lalo” Fassola -de quien hace rato nada se-, y fue este amigo el que se allegó a mi casa con el ejemplar de “Albardones” bajo el brazo. De su puño y letra son los comentario insertados en la página 2, a los que el viejo poeta rubricó con su firma; dice por allí que me manda “entre los abrazos más grandes y a ‘ñudo potreador’ para que alcance a todos los amigos de esos pagos, y a vos también, ‘último por maturrango’ -me chucea- con un beso con gusto a caña…”.
El comentario está fechado el 27/01/1996; casualmente un año después, el 25/01/1997, en su San José natal fallecía con los 89 años ya a tiro de lazo.
Su muerte fue un puntazo lírico en mi sentimiento de escritor criollo, por eso que 4 días después, ponía fin a estas décimas evocativas que simplemente titulé:

 “WENCESLAO

Entristecido por la partida
del gran poeta Oriental



¡Ha muerto Don Wenceslao!
y a mi me tiembla la pluma
porque siento que se’sfuma
el crioyo más ispirao,
deseguro lo ha yamao
Tata Dios, a su fogón,
pa’ degustar la emoción
de compartir un amargo
y un verso como de’ncargo
propio, pa’ cada ucasión.

Ta’ de luto el oriental,
de luto está el argentino,
dos pueblos de un mesmo sino:
¡gauchos a carta cabal!
Hernández, en su sitial
lo ha de sentar a su lao,
y Lussich, que no es quedao,
también estará’l lao suyo
¡qué hay un rioplatense orguyo
por lo que’n verso han trenzao!

Tal cual que’n “Ni Amor Ni Juego”
-que tanto y tanto rumié-
“la taba picó y se jue”
y en eya el pueta… tan luego.
Seguro que ni un reniego
enarboló en su partida:
hombre de’sencia curtida
que’n la’lversidá se agranda,
rumbió a toparla a la Amanda
¡la otra mitá de su vida!

Nacido en la patria fecha
del 25 de Mayo,
la tierra honró de a cabayo
y la engalanó en su endecha;
es un himno -que repecha,
confiao en su identidá
la más cruda rialidá-
cada verso que compuso,
¡que hay nobleza hasta el abuso
por ser gaucho de verdá!

El que la vida ha sembrao
con tanta y güena versiada
siempre’ntre la paisanada
ha de vivir, apreciao;
es que andará misturao
en la rueda ‘e la matera,
en la fiesta más campera,
en la charla ‘e la cocina,
en la riunión pueblerina
o en boliches de pa’juera.

Vivirá en “El Rastreador”,
en “Por la Muerta” o “El Yaro”,
en “Consejos” -que hablan claro-
y en “Cardozo” y su valor;
en “Mi Moro” -pingo flor-,
en “Recuerdos del Camino”,
La Cencia de Alejandrino”,
“Una Carrera”, en “Jagüel”,
en la’ngustia de “Fidel”
y en la memoria “El Barcino”.

Hace añares se hizo historia
con versos como “Tramojo”,
o lo que evoca en “Despojos”
y “Alejandrino Victoria”.
Deseguro no hay memoria
que’ntable tanto prosiar
pero “El Amigo” es sin par,
como “El Chasqui Feliciano”,
o “Charrúa” -antiguo hermano-
o “El Sargento Malbajar”.

Pienso al fin… que no se jué…
sacó a retozar su empeño
pa’ encontrar el duro ceño
de aquel indio “Yyazuiré”.
Por siempre en su San José
su nombre… será un anhelo,
y cada vez que’n mi suelo
busque’l sentir de Varela
“Mis Manos” se hará vigüela
y canto, con Claudio Agrelo.
                                   (29/01/1997)
Carlos Raúl Risso E. 

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