LR 11 – Radio Universidad –
“CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
Nº 025 – 18/10/2015
Con su licencia, paisano! Acomodado
en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos
un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.
A veces resulto reiterativo, lo aclaro,
porque muchas veces he dicho, en las reuniones con amigos, en las charlas que
suelo ofrecer e incluso en este mismo espacio, que mis referentes en la poesía
gaucha han sido Charrúa, Pedro Risso, Omar Menvielle, pero también he abrevado
en otras fuentes, y así por ejemplo, en mis épocas de andar pisando escenarios
como decidor de versos criollos, varios poetas uruguayos aportaban a mi
repertorio, tal el caso de Yamandú Rodríguez, de Osiris Rodríguez Castillo y
del para mi muy notable y campero Don Wenceslao Varela.
No tuve la dicha de conocerlo
personalmente, pero si mantuve una amistad epistolar que inicié cuando le
remití un ejemplar de “Al Badajear del Cencerro”, mi primer libro, y cuál no sería mi sorpresa, al recibir poco tiempo
después, una muy conceptuosa carta apuntalando mis pretensiones de incipiente
poeta. De ahí en más, varias fueron las misivas que cruzaron el estuario del
ancho río platense y varios los libros que intercambiamos.
No muchos son los que saben que Don
Wenceslao “le hacía a la prosa” como que era autor de cuentos costumbristas, y
que ya en el año 74 había reunido un grupo de ellos bajo el título de
“Nazarenas de hierro”; de éste me remitió un ejemplar en el año 91 con una
dedicatoria que reza: “Con paisano afecto
te obsequio éste, que es algo de lo poco hecho por mi. Un abrazo de hermano –
Wenceslao”.
En los últimos años de su vida tuvo un
problema de visión que le impedía leer y escribir, y es así que se valía de una
nieta para que le lea las cartas, a la que también le dictaba lo que quería
escribir.
Casualmente su último libro también fue
de cuentos, muy a mi gusto titulado “Albardones”, esa expresión tan a fin a los
que hemos tenido por paisaje natural y cotidiano, los campos quebrados vecinos
de la costa del Plata. Como un broche de oro, este último libro se lo publicó
el Ministerio de Educación y Cultura de su país, como una “edición homenaje”.
Años antes, por cuestión de los libros,
se había comunicado conmigo un compoblano de don Wenceslao, Eduardo “Lalo”
Fassola -de quien hace rato nada se-, y fue este amigo el que se allegó a mi
casa con el ejemplar de “Albardones” bajo el brazo. De su puño y letra son los
comentario insertados en la página 2, a los que el viejo poeta rubricó con su
firma; dice por allí que me manda “entre
los abrazos más grandes y a ‘ñudo potreador’ para que alcance a todos los
amigos de esos pagos, y a vos también, ‘último por maturrango’ -me chucea- con un beso con gusto a caña…”.
El comentario está fechado el
27/01/1996; casualmente un año después, el 25/01/1997, en su San José natal
fallecía con los 89 años ya a tiro de lazo.
Su muerte fue un puntazo lírico en mi
sentimiento de escritor criollo, por eso que 4 días después, ponía fin a estas
décimas evocativas que simplemente titulé:
“WENCESLAO”
Entristecido por
la partida
del gran poeta
Oriental
¡Ha
muerto Don Wenceslao!
y
a mi me tiembla la pluma
porque
siento que se’sfuma
el
crioyo más ispirao,
deseguro
lo ha yamao
Tata
Dios, a su fogón,
pa’
degustar la emoción
de
compartir un amargo
y
un verso como de’ncargo
propio,
pa’ cada ucasión.
Ta’
de luto el oriental,
de
luto está el argentino,
dos
pueblos de un mesmo sino:
¡gauchos
a carta cabal!
Hernández,
en su sitial
lo
ha de sentar a su lao,
y
Lussich, que no es quedao,
también
estará’l lao suyo
¡qué
hay un rioplatense orguyo
por
lo que’n verso han trenzao!
Tal
cual que’n “Ni Amor Ni Juego”
-que
tanto y tanto rumié-
“la
taba picó y se jue”
y
en eya el pueta… tan luego.
Seguro
que ni un reniego
enarboló
en su partida:
hombre
de’sencia curtida
que’n
la’lversidá se agranda,
rumbió
a toparla a la Amanda
¡la
otra mitá de su vida!
Nacido
en la patria fecha
del
25 de Mayo,
la
tierra honró de a cabayo
y
la engalanó en su endecha;
es
un himno -que repecha,
confiao
en su identidá
la
más cruda rialidá-
cada
verso que compuso,
¡que
hay nobleza hasta el abuso
por
ser gaucho de verdá!
El
que la vida ha sembrao
con
tanta y güena versiada
siempre’ntre
la paisanada
ha
de vivir, apreciao;
es
que andará misturao
en
la rueda ‘e la matera,
en
la fiesta más campera,
en
la charla ‘e la cocina,
en
la riunión pueblerina
o
en boliches de pa’juera.
Vivirá
en “El Rastreador”,
en
“Por la Muerta ”
o “El Yaro”,
en
“Consejos” -que hablan claro-
y
en “Cardozo” y su valor;
en
“Mi Moro” -pingo flor-,
en
“Recuerdos del Camino”,
“La Cencia de Alejandrino”,
“Una
Carrera”, en “Jagüel”,
en
la’ngustia de “Fidel”
y
en la memoria “El Barcino”.
Hace
añares se hizo historia
con
versos como “Tramojo”,
o
lo que evoca en “Despojos”
y
“Alejandrino Victoria”.
Deseguro
no hay memoria
que’ntable
tanto prosiar
pero
“El Amigo” es sin par,
como
“El Chasqui Feliciano”,
o
“Charrúa” -antiguo hermano-
o
“El Sargento Malbajar”.
Pienso
al fin… que no se jué…
sacó
a retozar su empeño
pa’
encontrar el duro ceño
de
aquel indio “Yyazuiré”.
Por
siempre en su San José
su
nombre… será un anhelo,
y
cada vez que’n mi suelo
busque’l
sentir de Varela
“Mis
Manos” se hará vigüela
y
canto, con Claudio Agrelo.
(29/01/1997)
Carlos Raúl Risso E.
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