LR 11 – Radio Universidad –
“CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
Nº 023 – 04/10/2015
Con su licencia, paisano! Acomodado
en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos
un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.
Creo
en la inspiración, soy un convencido que existe. Y de ella dependen, la mayoría
de las veces, los versos que podemos construir.
De
fines de 1988 -época de hiper inflación- a 1992/93, fueron años que me
resultaron muy malos, duros, difíciles. Durante ese tiempo escribí pocos versos
de inspiración, muy pocos, diría. A veces, me proponía hacer algo, y empezaba a
rumiar una yunta de octosílabos como para que me disparen una cuarteta, y
aunque por ahí la llegaba a completar, no tenía resto para armar una décima.
Esta
situación me llevó a pensar que de la misma manera que un día había comenzado a
escribir versos -mágicamente podría decir-, había también un momento en que esa
posibilidad creativa… se retiraba, se
hacía humo... Entonces, meditando a solas, “se me murió el poeta”, me decía,
tratando de resignarme.
Pero…
ocurrió que el día 9 de mayo de 1992, mientras andaba haciendo trámites
laborales, me lo encuentro en Avda. 7 e/46 y 47, al escritor Alberto Fernández
Lafuente. Nos habíamos conocido por 1979 cuando me había acercado a la
Editorial Ramos Americana con intenciones de publicar mi primer libro.
Alberto
era fundamentalmente un escritor de aforismos -esas sentencias que quedan
condensadas en una frase breve-, y tenía la particularidad, que su vehículo -un
viejo Citröen, con muchas reparaciones en su chapa, sin pintar- estaba cubierto
con sus aforismos, escritos a mano, con tiza blanca, lo que lo había
transformado en un auto muy particular en el tránsito platense. Alberto se
ganaba la vida como vendedor de libros en cuotas, a domicilio, y en dicha
condición recorría ministerios y otros lugares que concentraran mucha gente.
Era uno de esos hombres que podemos definir como buenos, de modales calmos y
palabra pausada.
Volviendo
al día del encuentro, después del saludo me pregunta como andaban mis versos,
mi creación, y ahí le digo: “Se me murió el poeta”. “-Cómo…? No, no…”, y
enseguida se puso a buscar en su portafolios una hoja de papel, luego, del
bolsillo del saco extrajo una birome; me entrega las dos cosas y me insiste:
“-Para que escriba algo!”. Yo me reía de su ocurrencia y le respondo: “-Pero
Alberto, gracias, si yo tengo papel y lápiz”. Y era cierto, tenía ambos
elementos conmigo. Nos estrechamos la mano, nos despedimos.
Lo
cierto es que del sitio del encuentro a la sede de mi trabajo me separaban solo
3 cuadras, pues bueno, cuando llegué a 7 y 50 tenía escritas ¡3 décimas!, que
poco después completé con 2 más, titulando al verso “Sin Mirar Pa’trás”, y es el que ahora compartiremos, pero antes
vale comentar, que inicié allí una seguidilla de versos: “Brasa’e Pucho”, “Sin Pulir”,
“Como Ñudo Potriador”, “No Cualquiera”, “Por un Casual”, “Los Estribos
Regalao”, y a todos ellos los escribí con la birome que me obsequiara Fernández
Lafuente, ya que su uso destiné solamente a escribir versos, y la usé hasta que
se quedó sin tinta, y la he conservado como un recuerdo que evoca ese momento.
A
partir de allí, cuando sobrevino algún otro parate creativo, ya no me preocupé,
pues quedé convencido que se depende de la inspiración:
SIN MIRAR PA’TRAS
A Alberto Fernández Lafuente,
agradeciendo su incentivo
Viene
clariando dispacio
y
un hornero -en el acacio-
lo
saluda’l día que crece.
Pinta
el tiempo, me parece,
como
pa’estar superior
y
endemientras el sabor
del
mate, tiempla mi fibra,
siento
que adentro me vibra
el
ser campero y cantor.
Ansi
es nomás, y sin cuento…
que
la tierra en su rutina,
ante’l
nuevo día se inclina
…y
yo a la tierra, la siento!
Hoy
m’he levantao contento
¡si
hasta con gana’e prosiar!
¡Malaya!,
lindo es cantar
p’auyentar
tuito quebranto…
(Y
anque mi voz no levanto
cualquiera
podrá escuchar).
Ansí
es nomás, aparcero,
que
el hombre dice y propone
pero
Tata Dios le pone
a
cada cual su sombrero,
él
no cuida un parejero,
con
cualquiera es ganador.
¡Óigale
al duro esa flor!
¡No
me recule, compadre!
Que
tuitos tenemos padre
pero
él es padre mayor.
Ansí
es nomás. Y ya el día
-con
el sol alzando güelo-,
es
como un largo pigüelo
que
acicatea mi porfía.
Hay
que vivir, y entoavía
varios
royos tiene el lazo,
templanza
conserva el brazo
y
luz tiene la retina…
(Qu’ensacándose
la espina
solo
es ricuerdo el pinchazo).
Y
arrinconando la pava
del
fogón, en un costao,
priendo
el cigarro qu’he liao
mientras
barruntando estaba.
Puede,
por áhi, que la taba
caiga
a suerte… y es capaz.
Ya
pues, sin mirar pa’tras
salgo,
que’l campo convida
a
camperiarla a la vida
que’s lindo, y ¡ansí es nomás!
(09/05/1992)
Carlos Raúl Risso E.
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