domingo, 20 de diciembre de 2015

POR EL RICUERDO DE UN PINGO

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 34 – 20/12/2015

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.

El desfile del Día de la Tradición de noviembre de 1958, fue mi primera participación, montado, en la fiesta gaucha; más adelante y por muchos años, fuimos con mi padre y otros amigos, participes habituales de tal encuentro anual.
Aquel año, Juan Cuffini -querido y recordado “Tito”-, arregló con mi padre para llevarme al desfile criollo. Vivía él, en el Barrio de La Loma, y por aquellos años, quedaban todavía en la mayoría de las manzanas, terrenos baldíos; casualmente el de al lado de su casa tenía esa condición. Fue así que habló con el dueño del mismo, y arregló que mientras no edificase, él se lo tendría prolijamente acomodado a cambio de tener allí alguna yunta de caballos y algún otro animal.
Por entonces tenía su caballito de andar, un doradillo llamado “Chiche”, y un petisito de pelo zaino, del cual el tiempo me ha castrado el nombre.
En aquella ocasión, con mi padre, me improvisaron un recadito de matras y un cojinillo, y haciendo “yunta” con él, hicimos la pasada del desfile, el que por una foto que conservo, arrancó o finalizó en el Bosque platense, cosa que no es para nada rara, ya que la Federación Gaucha Bonaerense, tenía en ese ámbito comunal, su asiento, es decir: su sede.
Allí podría haber terminado la anécdota, pero no… la historia sigue.
Concluido el desfile, “Tito” le dijo a mi padre, algo más o menos así: “-Romeo, yo sigo para “Los Ombúes”… me lo llevo a Carlitos…”. Mi padre aceptó el convite, y así fue, que aquella jornada, hice mis primeras cinco leguas “a uña de caballo” dijera Justo P. Sáenz, o más vale para el caso: “a uña de petiso zaino”.
Andando el tiempo, el amigo Cuffini, que era viudo, rehízo su vida, y por otro lado le pidieron el terreno porque se iba a edificar. Fue así que avisó en casa de mis abuelos, que se tenía que desprender de sus animales, y por lo tanto vendía ensillado al doradillo. Mi tío Raúl Mercante copó la parada, y entonces “El Chiche” fue un caballo más de los que había en “Los Ombúes”; y siguió viniendo a los desfiles, lo único que ahora con mi primo Jorge Mercante sobre su lomo. Después y por un buen tiempo, fue “el manso” que ensillaba mi abuelo Tata.
Cuando en el 74 se vendió el campo y yo saqué hacia otro rumbo al “Ciruja”, “El Llamador” y “El Pampero”, “El Chiche” quedó solo en un potrerito de veintipico de hectáreas, que tenía una cañadita de aguada.
Vivió esos últimos años “jubilado” de tareas y andanzas, hasta que por marzo de 1979, algún vecino avisó a La Plata, que había muerto el doradillo.
Fue entonces, que con esa noticia dando vueltas en la mollera, al tiempo le escribí un verso para mantener fresco su recuerdo, no sea cosa que el esmeril de los años, andando, me lo desdibujara. Lo hice siguiendo el modo del antiguo romance. Y ni bien lo tuve escrito, me corrí hasta la casa de “Tito” para llevarle una copia; pero no lo encontré, entonces le pasé el papel por debajo de la puerta. Después me llamó y conversamos al respecto. Si no me equivoco, él se hizo una escapada hasta aquel potrero, para despedirse del amigo.
Tendría otras cuestiones para contar de este “Tito” Cuffini, amigo con el que supe conversar mucho, pero… eso es harina de otra bolsa.
 Este romance que ahora compartimos, se llama entonces:

POR EL RICUERDO DE UN PINGO


Estaba solo en las casas
mirando cómo la tarde
s’iba apagando de a poco
como quien quiere quedarse…
Por áhi cantaba un hornero
en una rama del sauce
y dejaban las torcazas
sus arruyos en el aire;
mientras yegaban bandadas
de pájaros pa’quietarse
en el monte, entre los talas,
acacias y algarrobales,
a repararse’e la noche
que se acercaba campante.
Ya se había asomao la luna
pa’ ver la tarde marcharse
y dir contemplando ansina
con que tendría que toparse.

Miraba por la ventana
demientras tomaba un mate,
y vaya a saber qué cosa
…me vino por ricordarte;
se me achucharró el peyejo
y me dije: ¿qué tiempo hace?
Jue’n el verano -pensé-
ya hace un año te alejastes,
¡mi doradiyo lucero!
pingo de ley y de aguante;
mi compañero de güeyas…
pensar que hoy estás distante
pastiando en algún potrero
que no es el que andabas antes,
pero es el que por ser manso
pa’ tu descanso ganaste.
Estabas viejo, lo sé,
treinta años ya son bastantes
y a vos te sobraban varios
que los echabas delante…
Pero el hombre se acoyara
¡y mucho! a sus animales,
por eso que no le gusta
que de su lao los aparten.
¡Ideas que uno se hace
aunque de nada nos valen!
Mi viejo “Chiche”, ricuerdos
me quedaron pa’ encontrarte
como aura, que ansí te veo
con tu tranquiar elegante,
dir rumbiando pa’l arroyo
lo mesmo que lo hacías antes.

Y s’hizo nomás de noche.
La tarde juyó a otra parte.
Yo churrasquié sin apuro
total, pa’ qu’iba a’purarme…
mañana será otro día,
temprano he de levantarme,
matiaré, trairé el picazo
y al campo habré de largarme
como antes lo hacía con vos
-de lo que no he de olvidarme-.
Cavilando pensamientos
le arrimé una matra al catre
y me eché pa’ descansar
pensando qu’he de encontrarte
en “ese pago”, algún día
porque algún día he de marcharme.
Única ley que se cumple
igual pa’ tuito ser que ande.
Y ayá golveré a tu lomo
¡porque golveré a ensiyarte!
pa’ trajinar por senderos
que nunca anduvimos antes.

Viejo pingo doradiyo
amigo de ley y aguante.
Como que tu nombre es “Chiche”
que nunca podré olvidarte.

                                   (13/05/1980)

Carlos Raúl Risso E.

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