LR
11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
40 – 21/02/2016
Con su licencia, paisanos!
Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz,
mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con
su historia”
Hurgando en mi memoria,
los dos primeros poetas “de carne y hueso” que conocí, están vinculados a “la
vieja Ensenada”. Y digo así, porque a los otros los conocía a través del libro,
ignorando todo o casi todos de ellos, salvo el caso de Julio Secundino Cabezas,
con quien estuve siendo muy niño.
En mis años
adolescentes, cuando me entreveraba en los bailes criollos, en uno de esos días
de ensayo, escucho: “En un volcao puerta’juera
/ se quedó echando verija / jue revolcón y en el ¡huija! / se alzó de la
polvadera / sacudiendo la clinera / tiesas las patas, bufando, / y enderezó
disparando / más bravía que’l pampero / alma del gaucho surero / pecho ajuera
desbordando”, y el autor de ese verso, titulado “A la milonga campera”, era
Guillermo Alcides Villaverde, un compañero en eso de hacerle a las danzas.
Por ese entonces, con
la “Agrupación Pampa”, regresábamos en tren de Córdoba a Retiro, después de
haber participado con muy buen desempeño en el Festival Nacional del Malambo de
Laborde 1968, en uno de esos viajes que eran memorables, porque el tren, aunque
el viaje era largo, ofrecía comodidades superiores a las del micro, así que en
el fondo de un vagón, dando vuelta el respaldo de un asiento para quedar
enfrentado al otro, veníamos fogoneando, y “las escobas” -según dijera Chamorro
por las guitarras- venían barriendo de lo lindo, y se desgranaban milongas,
solos musicales, versos, anécdotas, historias paisanas, y en una de esas
alguien expresa: “De temprano está
lloviendo / y yo en el galpón sentao / tristón y medio amoscao / un lazo estoy
ingiriendo. / Unos pichones gimiendo / arriba de un ucalito / me recuerdan
¡Dios bendito! / a los que están
reseriando / mientras le sigue pegando / el agua que cái finito”. Creo que
era Jorge Suárez el que lo interpretaba, y al terminar, gozoso por lo
escuchado, pregunto “¿De quién es eso?”, recibiendo por toda respuesta “Es de
Coco”, “¿De qué Coco?” insisto, “De Coco García, de Ensenada, si vos lo
conocés!” Y así era, lo conocía, pero no sabía de sus versos.
Diez años después, el
mismo “Coco” solía hacer yunta con mi padre en los desfiles, y así lo habían
hecho cuando la fiesta por los 200 años de Chascomús, si mal no recuerdo, fin
de mayo o principio de junio del ‘79. Esa mañana había estado muy fresca,
y las agrupaciones, ya ensilladas y
formadas, debieron esperar horas, hasta que llegó el Gobernador Saint-Jean y se
dio inició al desfile. Ese situación le provocó a mi padre un enfriamiento, un
estado gripal, que mal curado derivó un mes después, mientras lonjeaba unas
botas de potro que eran de un paisano de “El Cencerro”, en una descompensación,
provocándole un infarto que no pudo superar, falleciendo el 9/07/1979.
Había regresado del
Hospital a mi casa a la espera de la entrega del cuerpo a una casa de sepelios, cuando llaman a la puerta, salgo a atender,
y era “Coco”, que apurado me pregunta: “-…Y Romeo…?, lo estamos esperando para
el desfile de Tolosa!”. “-Murió…”, le respondo, y ante la inesperada respuesta
solo atinó a decir: “Quedó esperando un
gatiao…”, con lo que aludía a un
caballo de “Pepe” Ameghino, que por una cuestión de comodidad, para no tener
que traer del campo nuestros caballos, solía prestarle.
Siempre recordé esa
expresión, porque era claramente un octosílabo, y un día salió este verso:
QUEDÓ ESPERANDO UN GATIAO...
Al cumplirse 21 años de la
desaparición física de mi padre
Bajo
del tala un gatiao
quedó
esperando lo ensiyen
pa’
que’n él las pilchas briyen
defilando
en el poblao…
porque
su patrón, cansao,
se
durmió en un ridepente,
despejada,
alta la frente,
tranquilo
y también seguro
que
pa’ un viaje sin apuro
arrancaba
lentamente.
Acá
quedaban sus cosas,
su
pilchaje, sus enseres,
su
decir, sus pareceres
…y
sus curas milagrosas;
(gusaneras
pegajosas
cáiban
como por encanto
después
de nombrar un santo
murmurando
una oración;
creer
o no creer es cuestión
pero
lo vi, y no me’spanto).
Anda
un verso que se cuela
por
la tardecita quieta
junto
a un tún-tún de mazeta
en
soba de antigua escuela;
¡si
un gruñido centinela
parece
que da “El Pucheto”
que’n
un potrero ‘secreto’
trota
y relincha algún pingo
y
se me hace lo distingo
al
“Yamador”, muy inquieto!
Donde
ha vivido el paisano
parece
que persistiera
su
presencia, y se sintiera
su
tranco en el patio yano;
parece
que anda su mano
con
un puñao de carqueja,
que’ra
su costumbre añeja
echarle
al agua’e la pava
siempre,
algún yuyo que hayaba
con
virtú, su cencia vieja.
Muchos
años han pasao
de
lo que al principio dije
y
hoy esa ausencia me’sije
la
evocación de un versiao.
Si
alguna deuda ha quedao
y
es tarja en el cuerpo mío
por
esta güeya, confío,
qu’he
de saldarla algún día
mientras
“esa” estreya es guía
y
alumbra el rumbo que ansío.
“Quedó
esperando un gatiao…”
Un
9 de Julio, jué,
lo
dijo “Coco”, y bien sé
que
se quedó ensemismao;
y
anque los año’han pasao
uno
a uno y sin alarde,
un
ricuerdo sin emparde
éste,
mi verso, desata:
aquel
crioyo era mi tata
y
en mi pecho es brasa que arde.
La
Plata, 16/09/2000
Carlos Raúl Risso E.-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario