domingo, 28 de febrero de 2016

VELORIO

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro 41 – 28/02/2016

Con su licencia, paisanos! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”

No todas son rosas en la vida, que hay páginas amargas y dolorosas, que a veces se prefiere desconocerlas, o tender sobre ellas un manto de olvido, y a todos sin excepciones nos tocan vivirlas: sonrisas y lágrimas.
Ya en el micro del pasado domingo hablé del fallecimiento de mi padre, y hoy vuelvo en parte sobre el particular, porque de la muerte se trata. Y esto no nos debe asustar, más vale que como es parte “del vivir”, deberíamos acostumbrarnos a lidiar con ella.
Puntualmente me referiré al momento del velorio, rito hoy tan cambiado con respecto a como se lo cumplía sesenta años atrás; y si este era en el campo, tenía sus buenas particularidades.
Primero, en los lejanos años de la niñez, y luego ya de joven, viví la experiencia en primera persona, y la última vez fue el velorio de mi propio abuelo Santiago. Así que como entonces todavía se acostumbraba, se lo veló en el campo, en su casa y sobre su cama, y a tiempo completo, o sea en horas diurnas y durante toda la noche; y aquellos que llegaban en sulky o incluso en carro, por lo general mujeres, pasaban la noche, por lo que también había que aprontar el tema de la comida, y sobre la marcha se improvisaba.
Así recuerdo particularmente, a mi tío Argentino Gragiarena, que carneó un capón y lo hizo al asador, y esto que hoy puede llamar la atención y parecer obsceno, hay que enmarcarlo en la época y sus costumbres, y tomarlo como algo natural.
En este aspecto es muy común que haya cientos de relatos referidos al “velorio del angelito”, con esos toques que parecerían macabros, si no sabemos ubicarnos en ese tiempo y espacio. Pero de los otros “velorios”: nada.
Entonces, con estas experiencias vividas, más algunas referencias de terceros y por allí alguna página escrita, es que nacieron las décimas de “Velorio”.
En mi opinión, cuando se hace literatura sobre temas tan delicados, lo importante es evitar los golpes bajos, esos que buscan que el lector o el oyente, se emocione y entristezca y si es posible que suelte alguna lágrima. Pero a mi me guía el criterio de mostrar un suceso triste, con todas las particularidades que lo rodean, pero como algo que forma parte del diario vivir.
Por lo tanto, siguiendo el rumbo -pero salvando las distancias- de “Malas Noticias” de Omar Menvielle, es que compuse las diez décimas de “Velorio”, por eso, por su extensión, es que hago más corta esta historia.

VELORIO


1
En dispués de un’agonía
por momentos, dolorosa,
se apagó Santos Barbosa
justo al dispertar de un día.
hombre crioyo, se diría
de aqueyos que dejan menta,
persona seria y atenta
capaz de cualquier servicio,
pa’l que la honradez es vicio
que nunca falta en la cuenta.
2
Y en aquel rancho alargao
con un martiyo al oeste
que dando el lomo al sudeste
hacía retranca confiao;
que’ra puesto destacao
en campos de “El Territorio”,
en el que anidó el jolgorio
de muchachas casaderas,
se hicieron en forma austera
los aprontes pa’l velorio.
 3
Y recorrió boca a boca
la noticia, el vecindario,
siendo triste comentario
que solo dolor provoca.
¿A qué crestiano no choca
la muerte de hombre güeno?
y como naides es ajeno
ni a un amén ni un santiguao,
el despedir al finao
se hace compromiso pleno.
4
Y en la que juera su pieza
sobre de su mesma cama,
la pilcha gaucha es la trama
que amortaja su entereza,
más de una mujer le reza
a Dios, lo reciba en paz,
mientras la viuda -capaz
del lideo más trabajoso-
piensa, de que sin su esposo
ella… ya queda de más…
5
El día se sacrifica
enyegando la oración,
cuando han carniao un capón
que’s de la majada chica;
esto por si solo esplica
que de sitios alejao
hay gente que se ha’yegao
acongojada y con pena
…y a la hora de la cena
habrá que echar un bocao.
6
Todos no pueden partir
-hay mujeres y criaturas-
y en la otra pieza se apura
armar camas pa’ dormir.
Un murmuyo se hace oír
ande velan al finao,
y un tanto más apartao
-en la esquina del alero-
conviersan varios camperos
sobre cosas que han pasao.
7
Hacia un costao del galpón
entre sombras, se destaca
un carro de tres estacas,
un sulky, un charré, un vagón,
carruajes que’n la ucasión
pa’ poder cumplir, se ataron,
y como que se quedaron
los viajeros, por la noche,
cada cual desunió el coche
y los pingos se soltaron.
8
Anda un jarro con café,
hay anís pa’ las señoras
y en la “capiya” se implora
puesta en el rezo, la fe;
a luz de velas se ve
como brumoso el lugar,
se hace sentido el pesar
y se hace más serio el luto,
negro crespón, atributo
que por años se ha de usar.
9
Tras la noche viene el día
y con él, otros parientes,
mientras las horas, dolientes,
se van sin algarabía.
Tal como se preveía,
el “brec” que prestó el patrón
se alista pa’ la ucasión
que hay que hacer, y no es misterio,
rumbiando pa’l cementerio
tres legüitas de un tirón.
10
Se jué don Santos Barbosa.
Mientras su ricuerdo queda
flotando en la polvareda
que se hace una estela humosa.
No es la vida dolorosa
pero es dolido… el entierro,
y unque’l crioyo -como Fierro-
por no afluejar se hace astiya,
lo lamenta su tropiya
pues va yorando el cencerro.


                                        (5/12/1995)


                            Carlos Raúl Risso E.-

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