LR
11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro 44 – 27/03/2016
Con su licencia, paisanos!
Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz,
mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con
su historia”
Después de haber
borroneado mis primeras décimas, y cuando ya me animaba a componer versos con
un tema definido, ingenuamente pensé que a alguno -o algunos- de los amigos
cantores junto a los que me había venido formando casi como sin darme cuenta (junto
también a bailarines y escritores), le iba a interesar cantarlos, y así fue que
entonces cometí el error de entregar algunos versos a determinadas personas,
casi poniéndolas en el compromiso de tener que cantarlos. Por suerte no demoré
mucho en darme cuenta que el cantor va a interpretar lo que a él le llega íntimamente, aquello con lo que se identifica,
y no lo que uno cree que puede gustarle.
Tan así fue esto, que
para mi sorpresa, los que primero tomaron temas de mis primigenios libros,
fueron cantores que ya tenían una trayectoria hecha, y que casualmente no eran
de mi zona ni de mi trato frecuente.
El primero de ellos, hacia 1986, fue Rómulo Nahuel, el cantor de
Mar del Plata, quien creo, conoció mi “Al Badajear del Cencerro” a través de
Jorge Kristiansen (aquel locutor que grabara un disco junto a Tito Ramos,
dedicado al tren), o bien por mediación del paisano Don Doroteo Rembado que
solía ir a Mar del Plata donde visitaba las audiciones nativistas.
En definitiva Rómulo
interpretó y grabó dos temas: “Por si acaso” como milonga, y “Tormenta”, un
poema. No me enteré por él, quien nunca me avisó, sino por terceros que me
acercaron la grabación: pero igual, agradecido yo!
Tiempo después fue
Rubén Barcia quien se allegó a mi lugar de trabajo para comentarme que tenía
ganas de grabar dos temas: “Pampas y Overos” y “El Capataz de Feria”. De ahí en
más se sumarían muchas grabaciones. Y nunca más volví a darle a un cantor un
tema con la intención que lo tome para su repertorio... a no ser que él
directamente me lo pida. En todo caso le doy un libro y si quiere hacer algo es
él quien lo elige.
El primer cantor que
interpretó un tema mío en un escenario, esto por 1969 – 1970, fue "El Negro" Hugo Migueles,
quien había sido integrante de “Los Cantores del Norte”; estábamos con “El
Alero” presentándonos en Exaltación de la Cruz, y cuando le tocó el turno de
hacer su salida, Hugo me dio la sorpresa de cantar una letra mía, de la que yo
ignoraba tuviese una copia.
Volviendo a Rómulo
Nahuel, tuvo -me parece- el buen tino de tomar un poema, más propiamente un
romance, dedicado a describir una tormenta, letra en la que jugué al pintar los
coloridos y el movimiento de las nubes cuando se está formando la tormenta, con
el pelo de los yeguarizos y suponiendo por momentos que detallaba una tropilla.
Como yo no tengo
empacho en dar los nombres de quienes influyeron en mi formación, porque tengo
la tranquilidad de saber que nunca busco la imitación, sino que intento
nutrirme y en todo caso “copiar” del otro el tratamiento que hace de un tema,
en este caso puntual el inspirador es el Pancho Moreno Palacios, como ya conté
alguna vez, cuando en un caso análogo él dice: “El toro de los truenos viene bramando…”.
Dicho romance lo
escribí el 4/02/1976. Hace por lo tanto ya: ¡cuarenta años! Ojo, que el primer
sorprendido por la antigüedad soy yo.
Para no agrandar el
misterio, dice esa letra:
TORMENTA
(romance)
Jué,
pa’ los mediaos de un junio.
Discompuesto
andaba el tiempo.
Se’ntropiyaban
las nubes
en
un muestrario de pelos:
“tordiyos
negros”, “sabinos”,
“lobunos”,
“moro”, “azulejos”…
pero
de “oscuros tapao”
el
entable s’iba haciendo.
De
golpe: ¡tronó el badajo
y
se’stremeció el cencerro!,
y
lo que’ra melodía
jue
ronco grito’e misterio…
Los
pingos, en los garrones
ya
se afirmaron ¡dispiertos!,
caracoliaron
nerviosos
esperando
que’l cabresto
diera
a la yegua madrina
el
¡aura!, p’andar senderos.
Y
el briyo de un rejucilo
tajiando
el aire certero,
jue
la señal de partida
y
la ofició de rayero.
Pa’delante
la madrina
se
abalanzó, y el cencerro
golvió
a tañir su alarido
que
jue rodando en el eco.
Se’stremecieron
los montes
sacudidos
por el viento,
que
golpiaba prepotente
por
tener güenos encuentros.
Y
un manto de negra trama
tuito
emponchó en un momento.
Y
no esperó más, ya estaba
entre
yoroso y gimiendo
el
chaparrón descolgao
formando
charcos al güelo,
p’hacerle
un poncho “tobiano”
al
verde poncho del suelo;
mientras
que de tanto en tanto
-pa’
ver como andaba el riego-,
se’ncendía
en rejucilos
la
negrura de los cielos,
y
pa’ ver si los cabayos
pastiaban
a campo abierto,
se
sacudía la madrina
en
el misterio de un trueno,
ronco
golpiar del badajo
entropiyando
dispersos.
Hasta
que de poco a poco
tuito
lo copó el silencio,
y
lo que’ra chaparrón
en
garúa jue muriendo…
Se
serenaron los montes,
los
nubarrones se abrieron,
y
la noche, que dispierta
lo
había pasao al acecho,
le
jue dando paso al día
pa’
brindarle color cierto
a
lo que’n tuita’esas horas
jue
ganando el desconcierto.
Y
con cencerros de trinos
que
los pájaros pusieron
-dulce
melodía de silbos
que’ntró
a reemplazar al trueno-,
con
el canto del arroyo
y
el grito del tero-tero,
se
jueron entropiyando
las
nuevas nubes del cielo
con
“tordiyos porcelanos”
y
algunos “palomos” sueltos,
que
al filtrar el sol sus rayos
se
hicieron ¡“rosao-overos”!,
porque’ntre’l
abra de nubes
el
sol asomó de nuevo
la
alegría campechana
de’ste
paraje surero.
Jue
pa’ los mediaos de un junio
lo
que hoy es este ricuerdo.
(04/02/1976)
Carlos
Raúl Risso E.-
(Grabado por Rómulo Nahuel en su producción “Para
Cantarle a Mi Gente”, Mar del Plata, 1986)