LR
11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
63 – 21/08/2016
Con su licencia, paisanos!
Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz,
mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su
historia”
Repetidas veces he
dicho en este ciclo de mi admiración por “Charrúa”, Omar Menvielle y Pedro
Risso, y lo que ellos han significado para mi formación.
Dos domingos atrás
hablaba de “Los Medinas” y “Los 10 Hermanos Rosales”, y como de allí nació un
verso mío.
El domingo anterior,
conté como aquel “El lunar de la tropilla”, derivó 49 años después en mi “Al
Picazo de Menvielle”.
Hoy voy a referirme a
un verso que me vincula a otro poeta ¡fundamental! del siglo pasado, con la
particularidad de estar muy ligado al que considero “mi pago”: La Magdalena.
Ese poeta es Miguel Domingo Etchebarne.
El primer contacto lo
tuve a través de su único libro criollo: “Campo de Buenos Aires”. Por una
anotación de su interior, mi padre lo compró en 1948, el año de su publicación.
La segunda vinculación la tuve con el libro “Etchebarne y la Magdalena” de
Ángel Mazzei, donde supe algo más de su vida, y su vinculación a la zona de
Verónica en el viejo pago.
Etchebarne, según mi
modesto entender, es el único poeta
que escribiendo en lenguaje pulido y respetando las normas de la gramática, ha
podido trasladar a sus escritos, el sabor y los olores del ambiente rural; y
eso porque indudablemente se había consustanciado con la gente muy campera de
sus años niños y adolescentes que lo marcaron a fuego, y más allá de que se
graduara como profesor en letras, conservó ese sentimiento en estado puro muy
dentro suyo.
¿Quién no recuerda
aquellos versos que cantaba Merlo: ¿En
qué potrero lejano / se prolongará su marcha / sobre dureza de escarcha / o
trebolar de verano? / ¿Tras qué ternero orejano / o rastro de yeguarizo, / en
el pangaré mestizo / o el malacara lunanco, / irá recorriendo al tranco / el
horizonte rojizo? ¡Qué Décima!
Recuerdo que antes que
salga el disco, Alberto, acompañado por Antonio Lavinia, se me apersonó en el
trabajo, porque necesitaba saber del autor, según le exigía el sello
discográfico.
Un día, no recuerdo
cual, llegó a mis manos un recorte del diario “La Nación” con 4 décimas de su
autoría tituladas “La Tropilla”, en las que un paisano ya mayor evoca los años
en que la tuvo; se ve que era de trabajo, porque la componían cinco animales
con la madrina, y salvo ésta, “gateada”, los otros todos de pelos oscuros pero
no tapados.
Motivado por su decir,
veinte años atrás escribí sobre el mismo tema, pero imaginando que el que
evocaba la tropilla era el propio Etchebarne, así que respetando los pelos que
se nombraban en el original, reescribí
el tema, citando algunos lugares vinculados a su vida.
Ese es el tema que hoy
compartimos con los oyentes de “Canto en Azul y Blanco”:
LA TROPIYA
1
Es
chicuela la tropiya
que’ntablé
con sacrificio
porque’unque
pobre, es mi vicio
tener
de la propia siya,
pues
le garante al que’nsiya
conocer
la condición
de
cada pingo. Y al son
del
cencerro’e la madrina
¡se
me hace que la Argentina
viá
recorrer de un tirón!
2
Que
si en El Tigre he nacido
y
he andao mucho sin trompiezo,
de
tanto en tanto regreso
al
pago de and’he salido;
pero
hace añares que anido
por
la vieja Madalena
ande
la historia resuena
y
yo la evoco en mis cantos,
mientras
que’n “Todos los Santos”
mi
esistencia se serena.
3
Es
la madrina “gatiada”
crioya
pura de’sta zona
y
¡ni un jeme! desentona
en
cuestión tan delicada;
parece,
que de confiada,
ni
al cencerro lo priecisa
que’s
como si los hechiza
a
los pingos que la siguen,
digo
más: que la persiguen!
como
a’mor que se idealiza.
4
Resulta
el “zaino anca mora”
-bonito
y de sobrepaso-
ser
en la güeya un pingazo
que
la distancia no atora;
pues
la guapeza le aflora
en
la firmeza del pelo:
zaino
negro, en el que suelo
lucir
las galas mejores
cuando
se le rinde honores
al
tiempo de mis agüelos.
5
Güen
encuentro y linda estampa
tiene’l
vistoso “picazo”
que’s
pa’ trabajar a lazo
como
elegido sin trampa;
y
cuando firme en las guampa’
queda
hecho cuerda el trenzao,
da
rienda buscando el lao
que
mejor le facilite
y
ansí ha sonao el upite
de
más de un bruto emperrao!
6
Mansejón
pa’ lo que cuadre
-una
muchacha o un chico-
al
“testeriya” lo ubico
que
ansí suelto es tan compadre;
pero’unque
un cuzco lo ladre
y
lo quiera garroniar
él
va’a cuidar el andar
tranquilón
y responsable,
¡pero
es de dentrar a sable
si
se cuadrase cargar!
7
Con
el “oscuro tiznao”,
mano
blanca, vaso negro,
de
tanto en tanto me alegro
en
un tiro acomodao;
hubiese
sido tapao
de
no ser que’s albo de una,
pero
es pa’ mi una fortuna
contar
con su atropeyada
cuando
en más de una boliada
pude
sosegar mi hambruna.
8
Tengo
un “oscuro” gauchón
aguerrido
en el rodeo
que’s
pa’ dar rienda -yo creo-
como
viraje’e ratón;
a
más de’sa condición
que
lo pinta en forma franca,
resulta
que’s taba blanca
mancha
curiosa pa’l caso,
lo
cierto que mi pingazo
siempre
trái la suerte’n anca’.
9
Como
en una atardecida
con
sol entre nubarrones,
entre
los cinco “crespones”
un
lunar tiene cavida:
y
en el contraste que anida
viendo
al “overo rosao”
entre
“oscuros” misturao
formando
en el mesmo entable,
¡dejen…
que mi orguyo hable
en
el verso qu’he trenzao!
Carlos Raúl Risso E.-
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