LR
11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
66 – 11/09/2016
Con su licencia, paisanos!
Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz,
mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su
historia”
El pasado domingo 3 de
julio, cuando traje a este fogón imaginario la historia de dos versos sobre
Juan de Garay, el vasco que fundara definitivamente a Buenos Aires, me referí
al nacimiento del libro “Dos Evocaciones a un Pago: La Magdalena”, y hoy
volveremos a él buscando el por qué de otro verso.
La primera parte de
dicho libro la escribí entre 12/1981 y 2/1982, y lo primero que hice fue
confeccionar una lista de temas que merecían que les escriba algo. Así como
surgió Garay, el primer “cristiano” que pisara el pago, también apareció
Tubichaminí, el jefe aborigen que por allí andaba con su gente entonces; y si además
me propuse cantarle a los primeros pobladores, entre ellos había uno que
merecía un tratamiento especial.
Ese, fue Don Clemente López
Osornio, el hombre que poblara el sitio conocido como “Rincón de López”, y que
si bien con esa actitud de poblar en lejanos campos de “pa’juera” ya se ganaba
un lugar en la historia, quedó prendido a la misma por ser el abuelo de Don
Juan Manuel de Rosas, y esas sus antiguas propiedades hicieron de eslabón
necesario para que la vida del Restaurador quedara tan ligada al ayer de “la
Magdalena”.
A Don Clemente lo
registró magistralmente el escritor de Chascomús y también descendiente, Don
Mario Aníbal López Osornio, en su historia novelada: “Don Clemente, el abuelo
de Rosas”.
Y este hombre corajudo
y emprendedor que había decidido poblar en tierras por las que aún
habitualmente señoreaba el indio, finalmente, junto a un hijo, murieron
lanceados en una envestida de los naturales que buscaban recuperar lo que era
suyo. Pero a pesar de ese desenlace, lo que poblara siguió así bajo la custodia
de su gente, tan corajuda y brava como él, posesión que se ha extendido hasta
el tiempo presente, siendo el “Rincón de López” un hito tanto histórico como
geográfico.
De esa historia, bajo
el nombre de “Don Clemente”, nacieron estos cuatros sextetos endecasílabos que
ya estamos compartiendo.
DON CLEMENTE
No quisiera olvidar en mi rilato
el honor, el coraje y la bravura
de aquel crioyo de noble vestidura
que se adentró a poblar sin miedo alguno,
las soledades, por las que denguno
corajiaba pasiar su carnadura.
Él se animó a poblar tras El Salao
ande le hace rincón El Saladiyo;
en el mesmo disierto jué ¡caudiyo!
Era el indio po’ayá, señor sin duda,
y con su sola gente -sin ayuda-
él pobló con un casco muy senciyo.
Supo hablar en los toldos de los pampas
como un güen lenguaraz que arregla tuito
y cuando algún tratao se vio marchito
por esas cosas que naides esplica,
¡áhi nomás su coraje les replica
sin dejarse pechar por machos gritos!
Don Clemente jué’l nombre de’se crioyo.
López Osornio jué su apelativo,
y dispués de lidiar con el motivo
de dominar los campos del disierto,
ante una carga pampa cayó muerto
¡anque las mentas lo mantienen vivo!
(1983)
Carlos Raúl Risso E.-
(1983)
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