domingo, 4 de septiembre de 2016

VERIJERO

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro 65 – 04/09/2016

Con su licencia, paisanos! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”

Creo que fue por 1993 cuando el recordado Omar Mariano, en el campo del Fortín Gaucho Berissense, montó a la yegua “La Cautiva” de los hermanos Somohano, que llegaba a estos pagos cargada con la fama que domingo a domingo venía acrecentando, al bajar al jinete que se le animase.
Aquel día me allegué a la fiesta en compañía de Agustín López y el platero Don Ángel Papasidero, entrañable persona más allá de las cualidades que demostraba en su arte.
En cuanto a la topada central del encuentro, a pesar de lo mucho que Omar estudió cómo sería la reacción de la yegua, cómo saldría del palo, resulta que con su bellaqueada a vuelta cerrada “La Cautiva” se fue triunfadora; incluso se vivió un momento de zozobra, como que por lo menos el jinete dio casi dos vueltas con el pie enganchado en el estribo. Por suerte la cosa acabó bien… más allá de ese susto.
Terminada la fiesta y después de las despedidas de rigor, iniciamos el regreso en la camioneta de López, habiendo ‘echado’ al medio en el asiento, al amigo Ángel.
A poco de salir del Fortín, Ángel sacó de la guantera del vehículo, envueltos en una tela tipo gamuza, un  manojo de cuchillos verijeros que rondarían los 10 o 12, todos distintos. Los había cabo y vaina de plata, vaina de suela con embocadura y puntera de plata, otras con retejidos de tiento fino; cabos de asta con aplicaciones de plata, lo mismo alguno de madera; los había de cabo redondo, octogonal, cuadrado… una lujosa variedad. Después de admirarlos uno por uno mientras el vehículo avanzaba hacia La Plata, me interroga Ángel: “-Cuál le gusta más…?”, a lo que respondí algo así como “son todos lindos”, pero ante la insistencia aclaré: “-Bueno… los que más me gustan son los cabo cuadrado”. Y allí quedó la cosa. Ángel volvió a liar los cuchillos en la tela que los tenía envueltos, los guardó nuevamente, y cuando llegamos a mi casa nos despedimos, ya que querían llegar a destino antes que el día se hiciera noche total.
Tiempo después, no recuerdo si 1 o 2 meses, a una de las mateadas domingueras de los Escritores Tradicionalistas, López llegó con un paquete que me enviaba Papasidero, y así, dentro de un estuche azul, descubrí un verijero cabo cuadrado de plata, vaina de cuero con mis iniciales, con el siguiente grabado en la empuñadura: “De un amigo a Carlos Risso”.
Le “pagué”, si así puede decirse, con las sextinas que ahora compartiremos.
Se habrá notado que siempre hablé de cabo, ocurre que para mi entender “mango” -como algunos dicen- tienen herramientas como el hacha, la guadaña, el martillo, la horquilla, el pizón…
Sirva también el momento como imperecedero recuerdo a un notable que ya no está pero que nunca olvidaremos; y aúno en la ocasión a los hermanos Sanchéz, como que con Mario siempre recordamos al buenazo de Papasidero.

VERIJERO

A Ángel Papasidero: porque el ser
agradecido también es cosa de gaucho

Verijero cabo’e plata
que me vestís la cintura
sin amagues de bravura
por ser prenda muy sensata,
un canto se me desata
pa’ tu crioya compostura.

Ese tu cabo cuadrao
que tan bien calza en mi mano
muestra un briyo campechano
porque hay un ‘cuño’ afamao,
que unió priesente y pasao
con pacencia de artesano.

Y en las rosetas que amagan
como pa’somarse enteras
cada centro desespera
pues, como soles que embriagan,
uno por uno divagan
las causas de sus quimeras.

De la vaina, en la lengüeta,
resaltan las iniciales
como esas marcas cabales
que’n la yerra -se interpreta-
dan cuando el fierro se aprieta,
propiedá a los animales.

El cabo’e plata, es el día;
la vaina negra, la noche.
Tal contraste es un derroche
mas se apoca esa porfía
cuando la faja es la umbría
querencia, que hace un desmoche.

Al saberlo en mi cintura
siento en él, un aparcero,
que del temple de su acero
late con gaucha postura,
sin empaque de bravura
como un amigo sincero.

Y al improvisarle un canto
lo eternizo en mis afetos,
que anque su filo rispeto
nunca por él me agiganto.
(Anque bien sé que’s un “tanto”
que guardo como en secreto).

Mas ande taya confiao
es dentrándole a un charrusco
y cortando gordo busco
satifacer mi bocao,
que a esos dentres aplicao
andando con voz me luzco.
                                       (13/12/1993)
Carlos Raúl Risso E.-


                         

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