domingo, 24 de mayo de 2015

MIS CABAYOS

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 006 –24/05/2015

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.

En mis comienzos con los versos, allá por los 15/16 años como ya dijimos en el Micro N° 1 de este ciclo, uno no tenía en quien recostarse para pedir un consejo, aclarar una duda, requerir una explicación sobre métricas o rimas, etc.  Por suerte esto ha cambiado; quienes han frecuentado las reuniones de los Escritores Tradicionalistas, lo han comprobado ya que siempre se hizo hincapié en aportar esa colaboración. En otro sentido, hoy también existen los talleres de payadores creados por Emanuel Gabotto donde se brinda toda la información necesaria en cuanto a la construcción de versos, y por nuestra parte, con charlas o entrevistas personales, siempre hemos tratado de aportar. Pero volviendo atrás, a mis inicios, no tenía con quien aprender.
Pero curiosamente, sí tuve “mis maestros”, aunque los maestros lo ignorasen.
Gracias a Dios -y lo he contado muchas veces en mis charlas-, a mi no me acunaron con cuentos gringos, esos de bosques fantásticos, príncipes y reinos, tan ajenos a nuestra cultura; por suerte me acunaron con versos criollos, y lo que es mejor: de buenos poetas: Martín Castro, Evaristo Barrios, Charrúa…
Ellos educaron mi oído niño  de tal modo, que sin saber lo que era un octosílabo, escribía en esa medida de forma natural; sin saber que era una rima consonante, las lograba entablar.
Y sobre todo Charrúa, con su forma tan campera, me marcó. Encontraba en sus versos mucha identificación, sin saber explicar el por qué. Las cosas que él decía -aunque mucho ignorase mi niñez- eran palpables en la vida de campo que iba conociendo junto a mis mayores. Así fue que “Mis Pingos”, “La Yerra” o “Campiando”, por citar solo tres, fueron cimentándome un repertorio de precoz decidor criollo.
Es indudable que las cosas que Charrúa decía, y a mí me tocaban, en algún lugar de la memoria se estibaban, y cuando comencé a borronear mis rimas, esos temas se me repetían inconscientemente.
Andando el tiempo, estudiando su obra desde otro punto de vista, fue que me reconocí recreando las mismas cosas que ya él, con mucha más autoridad que yo, había escrito.
Uno de los primeros “parecidos” fue “Mis Cabayos” (el suyo era “Mis Pingos”), y en él nombro y refiero a todos los que estaban en mi casa; hay por supuesto en mi visión adolescente, una idealización de cada uno de ellos, una exageración de las virtudes de cada uno, como para hacerlos “más propios de un gaucho”, pero la intención, es que si uno no contase estos detalles, al lector u oyente, le resultasen reales, parecido al que tuvieron o conocieron como montado de fulano de tal.
Esperando haber cumplido ese objetivo de pintar “mis pingos” (de antaño, podría decir hoy), acá les dejo las décimas de “Mis Cabayos”, verso inserto en mi primer libro, allá en 1980:


MIS CABAYOS

Si permiten, los prevengo,
les voy a entrar a contar,
sin querer alabanciar
de unos cabayos que tengo;
con eyos de lejos vengo
acortando las distancias,
mientras lucen l’arrogancia
que vieron “pagos” enteros:
muchos son los aparceros
que codician su prestancia.

Lindo un “zaino colorao”
al que lo yamo “Ciruja”,
en su galope dibuja
un braceo acompasao.
Leguas hemos galopiao
a través de campo y güeya,
con su presencia desteya
anda haiga que trabajar,
es sin igual pa’ marchar
la distancia pa’él no es meya.

Otro pingo servicial
pa’ las faenas camperas,
es aquel, que inquieto espera
relinchando en el corral;
el nombre de’se animal
es “Yamador”, aparcero,
viera que lindo el apero
luce ese “overo rosao”,
pa’l manoseo: delicao…
y en el trabajo: ¡primero!

Uno que fue y es pingaso,
servicial y compañero:
un “doradiyo lucero
media res del lao del lazo”.
Lo compré, si viene al caso,
a un paisano de “La Loma”,
quien lo lució en varias doma’
y desfiló en tradición.
Tuvo “El Chiche” condición
y aún hoy, tranquiando l’asoma.

También tengo un “blanco albino”
que recién es de bocao,
“Indio” lo he bautizao
por lo despierto y ladino;
es muy bueno pa’l camino
y pinta como ligero,
aún le cosquiyea al apero
cuando lo dentro a ensiyar,
más saliendo a galopiar
¡hay que verlo compañero!

Pa’ cerrar, un “zaino argel,
pico blanco y mano mora”,
que ‘cuando no alcanza yora’
porque al refrán le’s muy fiel.
Petizón, pero el pincel
que delineó su figura,
le dio una crioya postura
y fuerza en l’atropeyada…
pa’l “Mano Mora” no hay nada
capaz de aguar su pintura.

Amigos, he terminao
este mi humilde relato,
los he molestao un rato
con lo que le’s he contao,
de mis pingos les he hablao
pues en eyos va mi orguyo,
yo no quise hacer baruyo
y si lo he hecho, perdón…
“Mis pingos son mi canción,
como del campo es el yuyo”.
                                       (27/05/1970)


                                                                                                                                                                        

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