domingo, 7 de junio de 2015

CAPATAZA DE MI AMOR

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 008 –07/06/2015

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.

Hoy volvemos sobre el tema de las paisanas, de las mujeres, al que ya nos hemos referido en el tercer encuentro de este nuevo ciclo.
Corría el año 1967, y con motivo de preparar un grupo para participar en el entonces jovencísimo Festival de Cosquín, Carlos Attemberg seleccionó gente, y las reuniones y ensayos se realizaban en el patio de mi casa, que es más o menos la misma que hoy sigo habitando.
Entre los convocados se encontraba Francisco Chamorro, quien por entonces no hacía mucho había dejado su Conjunto Pilcomayo, para abocarse, él, correntino de nacimiento, a la música surera, la propia de la región pampeana.
Con el acompañamiento de Jorge Suárez interpretaban la música de las danzas que íbamos a desarrollar en el escenario: triunfo, huella, mediacaña. Así, antes de comenzar el ensayo, o en los momentos de descansos, Francisco nos hacía escuchar los temas que iba incorporando a su repertorio, y varios de ellos eran de un poeta para mí -entonces- desconocido: Omar J. Menvielle. 4 o 5 años antes, este había dado a conocer su libro “Relinchos” que resultara laureado por el gobierno de ese tiempo.
Entre los temas que Chamorro entonaba estaba “El lunar de la tropilla” -que luego cantaría en el Festival- , “Sarna con gusto” y “Tranqueando sobre la huella”, el que habla de un paisano que vuelve al rancho después de un viaje, con mal tiempo, y que en un momento dice: “Ah! Liberata Rosales / -mi compañera en la tropa- / ando por vos hecho sopa / sos la causa de mis males / no me arisquiés los percales / que el día menos pensao / me van a encontrar finao / como pa’ lonjas el cuero / abierto el degolladero / y por chimangos rodiao”. Lo cierto es, que estos versos que desconocía, me abrían un nuevo mundo poético que aunque mucho se emparentaba a los decires de Charrúa, tenía su propio y particular mensaje.
Recuerdo que aquel libro que era para mí una rareza, 3 o 4 años más tarde me lo facilitó Jorge Suárez, y lo copié íntegramente a máquina, ya que no se conseguía en las librerías.
Trece años después, estando ya casado, y cuando iba de un trabajo a otro, un día que llovía, me comenzó a nacer un verso que refería a un paisano que un día de tormenta y sobre camino pesado, volvía a su querencia ansiando abrazar a su amada. En tres décimas logré plasmar la idea, y cuál no sería mi sorpresa, cuando andando el tiempo, me di cuenta que de alguna manera, había recreado aquel tema con el que Chamorro sorprendía mis oídos adolescentes, ávidos de música y saberes criollos.
“Capataza de mi amor” lo bauticé, y no estaría nada mal pensar que se lo escribí a mi esposa, aquella primavera de 1980, un día que llovía:

 CAPATAZA DE MI AMOR

Cái una garuga fina
queriendo calarme el cuero
mientras que al ala’el sombrero
el peso’el agua la inclina.
El viento se arremolina
castigando el encerao,
y el “Lobuno” -trajinao
por dir en güeya pesada-
con la cabeza agachada
va tranquiando resinao.

La tarde ya se jue al mazo
adelantando la noche
y haciendo de agua derroche
la tormenta marca el paso.
La yuvia me da su abrazo…
Al pasar me chifla el viento,
pero… sordo a ese lamento
bajo un cielo sin estreyas,
solo ansío los brazos de eya
y ansí, cantarle contento.

¡Es la morocha paisana
“capataza de mi amor”!
De mi querencia: la flor;
de mi vida: la mañana.
Y anque la yuvia se afana
pa’ que no yegue a destino,
a continuar solo atino
¡no me aflueje mi “Lobuno”!
Que mi amor tan solo es uno
¡y espera al fin del camino!
                                                       (30/09/1980) 
                                                                                         

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