LR 11 – Radio Universidad –
“CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
Nº 31 – 29/11/2015
Con su licencia,
paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor
luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal…
con su historia”.
El domingo pasado
comentábamos que el día sábado 20 nos habíamos llegado hasta Atalaya donde
depositamos una corona de laureles, al pie del monumento que evoca a los
anónimos defensores de la soberanía, que allá por 1839 le hicieron pata’ncha al
invasor.
De haber sido yo un
hombre avisado, la historia de hoy la debería haber contado el domingo
anterior, pero así ocurren las cosas y a veces nos distraemos.
Era muy niño -8 años,
podría decir-, cuando allá en “Los Ombúes” mi abuela "Lala" puso en mis manos un
libro que me depararía varias sorpresas y unas cuantas enseñanza: “Magdalena
-Perfil Histórico y Económico” su nombre, y sus autores Moises Herzcovich y
Carlos Alberto Gallo. Lleva prólogo de David Kraiselburd, que no es el
Kraiselburd del diario El Día de La Plata, sino un pariente de origen entrerriano, y autor de varios libros de cuentos de sabor telúrico.
Por ese libro entonces,
tempranamente me enteré de la expedición de Juan de Garay, como así también del
reparto de tierras que fue haciendo entre su gente, las que se denominaban
“suertes de estancias”; allí también conocí que algunos topónimos que nombramos
con asiduidad, como “Arroyo el Gato” o “Arroyo el Pescado”, vienen de ese
tiempo, o sea: 1581.
Y fue en esas páginas,
en un apéndice titulado “Atalaya”, donde tuve las primeras noticias de los
sucesos de armas librados en esas playas, lo que me resultó todo una sorpresa,
pues de nada de eso se hablaba en las clases de historia de la escuela.
Me llenó de emoción
conocer eso, y hasta un lindo orgullo invadió mi ser, al enterarme que “¡en mi
pago también se habían vivido páginas gloriosas de historia!”.
Cuando a fines del año
1981 comencé a escribir los versos que darían cuerpo a “Dos Evocaciones a un
Pago: La Magdalena”, estos sucesos militares no podían estar ausentes, y
nacieron así seis compuestos criollos que los evocan.
Sintéticamente digamos
que por 1838, en tiempos que Don Juan Manuel de Rosas ostentaba la gobernación
de Buenos Aires y la representación nacional, Francia, ordenó el bloqueo del
Río de la Plata, buscando poner en aprietos al gobierno federal, en
connivencias con personalidades del partido unitario. A dicho bloqueo, luego se
sumaría el gobierno de la Gran Bretaña, y el mismo se extendió hasta unos meses
después de la Batalla de la Vuelta de Obligado, en que finalmente ambas
potencias, no tuvieron más remedio que levantar esa medida y volver a una
relación más amigable.
En ese período de
tiempo -1838 / 1846-, varias veces intentaron los invasores desembarcar en playas
bonaerenses, y donde más insistieron fue casualmente en las costas de Atalaya,
pero la férrea resistencia de un puñado de milicianos del pago, una y otra vez,
les impidió coronar triunfalmente un
desembarco.
Se recuerda el nombre
del Mayor Valle y de algún otro oficial, pero no hay un solo nombre de los
hombre que integraban la tropa, siendo hoy, su nombre, simplemente el de
“soldado anónimo”.
EL ÚLTIMO
DESEMBARCO
Ayá cuando amanecía
la vida de nuestra Patria
muchos estranjis pensaron
en ganarnos la parada.
Ansí se atrevió el inglés
cuando el español mandaba;
también quiso el brasilero
dispués, hacer su topada,
pero se dio de cabeza
y se desmochó las guampas.
Tampoco faltó el francés
que de juerza hiciera gala…
a él, apunta mi historia
y emprincipio a rilatarla:
Cuando con sus muchos barcos
lo dominaban al Plata
quisieron en estas costas
desembarcar, esos maulas.
A la Atalaya ese entonces
mucho comercio animaba
y era mucho el movimiento
de barcos que al puerto daban;
y a estar por el treinta nueve
de los años de’sa data
de veinte barcos de guerra
muchos gringos desembarcan,
y se vienen como hormigas
meta chapotiar el agua
seguros en echar güena
y de tenerla ganada.
Pero acá, sobre la oriya,
salen, pa’ hacer la pata’ncha
setenta melicos gauchos…
¡Setenta gauchos de garra!,
y a punta de corazón
más que a despliegue de armas,
apenitas los franchutes
alcanzan pisar la playa,
que ya están yendo de güelta
pa’nde esperan las barcazas;
que los crioyos cuando pocos
si es por la Patria ¡se agrandan!
y si es por la libertá
¡ya ni hay que hablar! ¿Quién los para?
Dispués de aqueya ucasión
lo intentaron otras varias
pero ya no tan en serio
y a escondidas, como ratas.
Aqueya jue la contienda
de más ambiciosa carga
pero nunca carcularon
los sotretas, esos maulas,
que’n cuestión de libertá
¡al crioyo naides lo ataja!
Carlos Raúl Risso E.