domingo, 29 de noviembre de 2015

EL ÚLTIMO DESEMBARCO

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 31 – 29/11/2015

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.

El domingo pasado comentábamos que el día sábado 20 nos habíamos llegado hasta Atalaya donde depositamos una corona de laureles, al pie del monumento que evoca a los anónimos defensores de la soberanía, que allá por 1839 le hicieron pata’ncha al invasor.
De haber sido yo un hombre avisado, la historia de hoy la debería haber contado el domingo anterior, pero así ocurren las cosas y a veces nos distraemos.
Era muy niño -8 años, podría decir-, cuando allá en “Los Ombúes” mi abuela "Lala" puso en mis manos un libro que me depararía varias sorpresas y unas cuantas enseñanza: “Magdalena -Perfil Histórico y Económico” su nombre, y sus autores Moises Herzcovich y Carlos Alberto Gallo. Lleva prólogo de David Kraiselburd, que no es el Kraiselburd del diario El Día de La Plata, sino un pariente de origen entrerriano, y autor de varios libros de cuentos de sabor telúrico.
Por ese libro entonces, tempranamente me enteré de la expedición de Juan de Garay, como así también del reparto de tierras que fue haciendo entre su gente, las que se denominaban “suertes de estancias”; allí también conocí que algunos topónimos que nombramos con asiduidad, como “Arroyo el Gato” o “Arroyo el Pescado”, vienen de ese tiempo, o sea: 1581.
Y fue en esas páginas, en un apéndice titulado “Atalaya”, donde tuve las primeras noticias de los sucesos de armas librados en esas playas, lo que me resultó todo una sorpresa, pues de nada de eso se hablaba en las clases de historia de la escuela.
Me llenó de emoción conocer eso, y hasta un lindo orgullo invadió mi ser, al enterarme que “¡en mi pago también se habían vivido páginas gloriosas de historia!”.
Cuando a fines del año 1981 comencé a escribir los versos que darían cuerpo a “Dos Evocaciones a un Pago: La Magdalena”, estos sucesos militares no podían estar ausentes, y nacieron así seis compuestos criollos que los evocan.
Sintéticamente digamos que por 1838, en tiempos que Don Juan Manuel de Rosas ostentaba la gobernación de Buenos Aires y la representación nacional, Francia, ordenó el bloqueo del Río de la Plata, buscando poner en aprietos al gobierno federal, en connivencias con personalidades del partido unitario. A dicho bloqueo, luego se sumaría el gobierno de la Gran Bretaña, y el mismo se extendió hasta unos meses después de la Batalla de la Vuelta de Obligado, en que finalmente ambas potencias, no tuvieron más remedio que levantar esa medida y volver a una relación más amigable.
En ese período de tiempo -1838 / 1846-, varias veces intentaron los invasores desembarcar en playas bonaerenses, y donde más insistieron fue casualmente en las costas de Atalaya, pero la férrea resistencia de un puñado de milicianos del pago, una y otra vez, les impidió coronar triunfalmente un  desembarco.
Se recuerda el nombre del Mayor Valle y de algún otro oficial, pero no hay un solo nombre de los hombre que integraban la tropa, siendo hoy, su nombre, simplemente el de “soldado anónimo”.
  
EL ÚLTIMO DESEMBARCO


Ayá cuando amanecía
la vida de nuestra Patria
muchos estranjis pensaron
en ganarnos la parada.
Ansí se atrevió el inglés
cuando el español mandaba;
también quiso el brasilero
dispués, hacer su topada,
pero se dio de cabeza
y se desmochó las guampas.
Tampoco faltó el francés
que de juerza hiciera gala…
a él, apunta mi historia
y emprincipio a rilatarla:

Cuando con sus muchos barcos
lo dominaban al Plata
quisieron en estas costas
desembarcar, esos maulas.
A la Atalaya ese entonces
mucho comercio animaba
y era mucho el movimiento
de barcos que al puerto daban;
y a estar por el treinta nueve
de los años de’sa data
de veinte barcos de guerra
muchos gringos desembarcan,
y se vienen como hormigas
meta chapotiar el agua
seguros en echar güena
y de tenerla ganada.
Pero acá, sobre la oriya,
salen, pa’ hacer la pata’ncha
setenta melicos gauchos…
¡Setenta gauchos de garra!,
y a punta de corazón
más que a despliegue de armas,
apenitas los franchutes
alcanzan pisar la playa,
que ya están yendo de güelta
pa’nde esperan las barcazas;
que los crioyos cuando pocos
si es por la Patria ¡se agrandan!
y si es por la libertá
¡ya ni hay que hablar! ¿Quién los para?

Dispués de aqueya ucasión
lo intentaron otras varias
pero ya no tan en serio
y a escondidas, como ratas.
Aqueya jue la contienda
de más ambiciosa carga
pero nunca carcularon
los sotretas, esos maulas,
que’n cuestión de libertá
¡al crioyo naides lo ataja!
                                            (4/05/1983)
Carlos Raúl Risso E.
          

domingo, 22 de noviembre de 2015

RICORDANDO

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 30 – 22/11/2015

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.

Por abril de 1984 recibo de la subcomisión de Cultura del Automovil Club Argentino, la invitación para hacer un recital de poesía en salón del primer piso de la sede platense de calle 9 y 51; me pareció que el convite me quedaba grande, y decidí invitar a mi amigo Carlos Parisotti, y así fue que, conversando, surgió la idea de hacer algo que se complementase y no sea la presentación donde uno canta y otro dice versos. Entonces, seleccionando temas de su repertorio, y versos que yo ya tenía escritos, decidimos contar una historia: la de un hombre de campo, desde la mocedad a la vejez, y así nació “Por la Vida de un Criollo: palabras, versos, música y canto” (espectáculo didáctico, literario-musical), como se ve por título, ¡bastante pretencioso!
Ahora bien, ni Carlos ni yo teníamos nada que hablase de la vejez, y ahí fue donde no me quedó otra salida que escribir sobre el particular. Vale aclarar que por entonces yo tenía 32 años, y debía ponerme en la piel del personaje de esa historia, en el momento de hacer el balance de su vida, o sea: debía hablar un viejo. Y así nació un verso por octavas al que titulé “Ricordando”.
El espectáculo se desarrollaba sobre un guión que escribí de ex profeso, el que oportunamente iba dando paso al canto y a los versos, alternativamente.
Lo estrenamos en el ACA el 1°/06 de ese año, con muy buena repercusión, al punto que dos meses después lo repetimos en la sede del Sindicato de Empleados del Correo, y ese mismo mes en Quilmes, durante la edición de ese año de Tiempo de Gauchos, y rematamos el año llevándolo a la Semana de la Tradición de “La Montonera” de Ensenada. Corría 1984. En las cuatro oportunidades fue muy bien recibido por lo que recuerdo aquella experiencia como una cosa grata, que -en lo personal- me permitió compartir con ese eximio intérprete de canto y guitarra que es Carlos Parisotti.
Alguna vez pensé en hacer un libro desarrollando más en profundidad esa historia, pero finalmente no lo concreté, por lo tanto a este verso lo incluí en el libro “De Mis Mayores” que publiqué por 06/2013. Dice entonces “Ricordando”:
  
     RICORDANDO

Se van yendo los años al tranquito…
-cual se quema la grasa di un candil-
y dentra a’poliyarse ese mandil
que’s achura en un pecho ya marchito.
Se nos queda el ayer como un escrito
priendido a los ricuerdos de las vistas,
son tarjas que’l vivir, en largas listas
injiere a la vejez, sigún almito.

 Y uno ricuerda el tiempo cuando mozo
solía sentar el cuerpo a cualquier bruto
y con baquía -como zorro astuto-
se lo golvía al palenque, tembloroso.
Uno güelve al pasao y está orguyo
de ricordar la yerra de aquel día
en que al toro de menta más bravía
le puso un pial… ¡que lo tumbó ruidoso!

 O entre luces de luna se priesenta
la noche aqueya que’stravió hasta el sueño
cuando sintió en verdá de que’ra el dueño
de aqueya moza de mirada atenta.
¡Y ni que hablar cuando al final de cuenta
emprincipiamos a vivir en yunta!
O cuando me tantió con la priegunta:
“-¿y el nombre pa’l gurí…?, lo más contenta.
  
Se nos juyen los años sin saberlo.
¡Cha digo, que cara… ay! Se nos van yendo.
Uno lo inora por andar viviendo
y al querer acordar… ¡no puede creerlo!
 Hace ya añares que: “-¡Hasta más verlo!”,
dijeron mis muchacho’alzando el güelo,
razón nomás por la que soy agüelo
¡y orguyoso que’stoy también de serlo!
  
Ya hay varios aparceros de otros días
que se han ido a tropiar la güeya larga
y esas idas, la boca un poco amarga
nos dejan al perder sus compañías.
    Y en una güelta…, sin ‘avemarías’,
la güesuda de negro, ¡vieja y fiera!,
vino y se la yevó a mi compañera
pa’ que la querencia de sus noches frías.
  
Y uno güelve a quedar solo y a tientas
igual que al principiar las mocedades;
pero aura ataperao de soledades
es ombú desgajao por las tormentas.
Pa’l tiempo por venir no se hacen cuentas:
¿qué queda por sumar?, ¡si tuito es resta!
Queda por repechar solo una cuesta:
la cuesta’bajo de las horas lentas.
  
Y hemos quedao nomás, como al descuido,
viendo pasar las cosas di un costao,
ricordando los pingos…, el recao…,
las reseriadas…, ¡tuito lo vivido!
Ya no se cuenta el tiempo transcurrido
¡al lazo agatas si le queda un royo!
Si otra vida hay dispués, ¡güelvo a ser crioyo!,
¡porque ser crioyo es hombre bien nacido!     
                                                           (24/05/1984)
Carlos Raúl Risso

domingo, 15 de noviembre de 2015

EL ZURDO

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 029 – 15/11/2015

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.

La historia de hoy, siguiendo el rumbo del micro anterior, va a discurrir por sextinas.
Ya he dicho en este espacio, que las obras de los pintores criollos han sido motivo de inspiración para mis versos, y así fue que he referido a alguno inspirado en Marenco y algún otro brotado de una obra de Rapela. Ahora vamos a una historia vinculada a Don Jorge Daniel Campos, a quien ya me he referido durante el ciclo “De Poetas gauchos… y otras yerbas”.
En realidad llego tarde al conocimiento de la obra de este artista gaucho, a fines de los años ’70, principio de los ’80, y fue a través de las ilustraciones que realizara para diversas obras literarias de temática costumbrista.
Jorge Campos era primo hermano de Florencio Molina Campos, y podemos arriesgar que su estilo pictórico está en un término medio entre los gaucho de Molina Campos y los de Marenco, y de la misma manera que Florencio siempre representó caballos marcados con los estribos entrelazados -su marca-, Jorge estampó en los caballos de su creación la marca ‘el huevo’, que era la suya, con la particularidad agregada que sus paisanos siempre son zurdos, ya que esa era su condición.
Allá por mayo o junio de 1981 conseguí un ejemplar del libro “Los Milagros de la Argentina” del escritor francés pero acriollado, Don Godofredo Daireaux, de una vieja colección de Ediciones Agro, que había confeccionado muy  buenas ediciones; este libro venía con una sobre cubierta que mostraba un clásico paisano bien montado, muy propio de Jorge Campos, que me hizo pensar ni bien lo vi, suponiendo diversas cosas al observarlo, lo que me llevó a escribirle un versos de trece (13) sextinas hernandeanas, en las que por interpretación libre, lo describo a ese criollo, y titulo al verso, sin ser demasiado original: “El Zurdo”. En 1998 cuando publiqué mi cuarto libro, “Campo de Ayer”, lo incluí en la primera parte que titulé “Trabajos y Costumbres”.
Antes de ir al verso, agreguemos de este pintor, que fue criador de caballos criollos, para lo cual comenzó armando su manada comprando yeguas que elegía por su tipo y condición, en los pisadero de barro de los hornos de ladrillos del partido de Vicente López, seleccionando siempre las de pelos picazos y overos; más adelante se asoció con Don Manuel Lucio Alcuaz para la crianza, en su estancia “Las Vizcacheras”.
Era la suya, la de los Campos, una familia de prosapia de estancieros y militares, y como era él un paisano de poca estatura, con mucho humor decía que “Los Campos <largos> eran estancieros, los <cortos> militares”.
Dicen las sextinas de “El Zurdo”, que escribí allá por mayo de 1983:

EL ZURDO

Pa’l paisanaje es “El Zurdo”
sin nombre ni apelativo;
hombre juertón pa’l estribo
y domador de renombre
por eso, naides se asombre
si al conviersar, lo describo.

Bastante apampao de cara
-tal vez rastros de una herencia-
es muy crioya su presencia
y está en su seria mirada
la honestidá reflejada
que’s horcón de su decencia.

De’statura regular,
los kilos justos… morrudo;
en brazo y garrón no dudo
el rigor de la rudeza
…con la que uno se trompieza
sin querer, en el saludo!

En “los ramos generales”
lo topé el pasao domingo.
Redomoniaba pa’ pingo
un azulejito overo
¡que a juzgar por lo altanero
no era cabayo pa’ gringo!

Muy prolijo el animal
bien tuzao de cogotiyo,
con penacho, sin martiyo,
pelao de raniya a oreja,
la cola al jamón -pareja-
como peinada a cepiyo.

Ensiyaba a lo campero
un recadito cantor
recortao que’ra un primor
del basto, al cáir la carona,
y ande surero apersona
el estribo su grandor.

Un bozal de corazón
resaltaba en la cabeza
y en el bocao -ande empieza
la güena boca del pingo-
dos borlas eran distingo
de cierta delicadeza.

Por sobre la cruz y el pecho
diba el cabresto arroyao
y en el anca acomodao
los royos prolijamente
el lazo decía ¡priesente,
siempre listo a su mandao!

Linda estampa la del “Zurdo”
con su blusa arratonada,
chambergo de ala quebrada,
bastante largo el bigote,
y de pañuelo al cogote
con la blancura añudada.

También blanca la bombacha
de puño arriba ‘e la media;
con zapatiya que asedia
-bien engarzada al talón-
de la espuela el rosetón
que algún corcovo rimedia.

Rastra y tirador picazo
daban realce a su cintura;
el cabo ‘e plata es cordura
mesmo que’l poncho listao,
y el rebenque retobao
era emblema ‘e  su figura.

Alimentamos los vicios
de pitar y algunas cañas;
ricordando las hazañas
de otras épocas pasadas
en destintas camperiadas
que hicimos por la campaña.

Y al dir buscando el palenque
poniendo punto al domingo
cada cual montó su pingo
y ansí golví a comprobar,
que’l del “Zurdo” a no dudar
¡no era cabayo pa’ gringo!
                                          (25/05/1983)
Carlos Raúl Risso E.
                                   

domingo, 8 de noviembre de 2015

TRANQUERA DE ALAMBRE

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 028 – 08/11/2015

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.

La historia de hoy tiene que ver con una anécdota que sirve para pintar la personalidad de un poeta: Don Luis Domingo Berho.
Si bien sabía de su creación poética -creo que el primer tema que le conocí fue “El Maceta”-, personalmente recién lo traté a partir de 1984 o 1985.
En esos encuentros que generalmente se daban en fiestas camperas, supimos intercambiar algunos libritos, así fue entonces que en una de esas le di un ejemplar de mi “De Sangre Pampa” que había publicado allá por marzo de 1982.
En éste, uno de los treinta y tres (33) versos que le dan cuerpo, se titula “Tranquera de Alambre”, y está conformado por siete (7) sextinas, que no son casualmente hernandianas.
Al verso lo escribí en febrero de 1980 y en él recuerdo un hecho que me aconteció algo más de quince (15) años atrás de esa fecha, o sea más o menos, por 1963. En esa oportunidad salí de las casas, medio de travesura, en un gateado llamado “El Canario” que no era justamente de andar de los chicos. Encaré al fondo del campo, con la intención de ir al último potrerito, donde en un rincón había una tranquera de alambre -de esas también llamadas “de cimbra”-, y allí, convencido que era bastante camperito, me puse a abrirla sin desmontar: desprendí el brazo que hace palanca y agarrando la primera varilla inicié la maniobra de ladearla hacia adentro haciendo pasar al gateado con la intención de hacerlo dar vuelta, cambiar yo de mano y volver a cerrar, pero… pa’ qué!, el alambre y alguna varilla le tocaron la panza al pingo, que pegó una cuerpeada y saltó sobre la tranquera junto a la cual estaba yo en el suelo ya que al no soltarla me había arrastrado. En definitiva, manso el animal, no disparó y allí cerca se quedó tranquilo, como esperando lo vuelva a montar. Esta es la pequeña historia del verso.
 Pero volviendo a Berho, una nochecita de octubre de 1986, recibo un llamado suyo, en el que con gran preocupación me contaba que tenía un librito en imprenta al que había bautizado con el nombre de uno de los versos, y ese nombre era justamente “Tranquera de Alambre”, y me decía que recién había caído en la cuenta que yo también tenía uno con el mismo título, por lo que quería contar con mi aprobación, ya que lo preocupaba esa situación.
Me gratificaba su caballeresca actitud, pero también me causaba cierta gracia, y entonces le digo: “El conocido es usted Don Domingo, nadie va a confundir la autoría de su tema con la simpleza del mío”. Creo que el gesto lo pinta al hombre.
Cuando tuvo impreso su librito, me obsequió un ejemplar en el que escribió “Al pichón de poeta Carlos Raúl Risso, con quien me une una tranquera de alambre”.
Del modesto verso de esta historia, estas son las sextinas en cuestión:
               
TRANQUERA DE ALAMBRE

Vieja tranquera de alambre
del potrerito del fondo,
con mi ricuerdo te rondo
y te imagino en invierno,
ante el cañadón eterno
y a la izquierda’e lo Bidondo.

Vieja tranquera de alambre
que sombriaban casuarinas
te ricuerdo y siento espinas
que me andan pinchando el lomo.
¡Si al nombrarte hay un asomo
del pasao en mis retinas!

Vieja tranquera de alambre
que coronabas la loma,
en esa esquina aún se asoma
algún rastro de tu ayer…
Güeyas que han de hacerse ver
hasta que’l tiempo las coma.

¡Cómo se pasan los años!
Si de pensarlo me muerdo.
Mas del pasao no te pierdo
aunque hoy te cubra el cardal:
¡crioya corona floral
que homenajea tu ricuerdo!

¡Cómo se pasan los años!
Hoy mi infancia está lejana
y en aqueya edá temprana
yo te sabía abrir a diario,
y hoy se me hace necesario
lo que mi sentir desgrana.

¡Cómo se pasan los años!
dende que un gatiao de menta
echó al suelo mi osamenta
y vos cuasi juiste osario.
Jue que al abrirte “El Canario”
pegó una güelta violenta.

Te sacaron las variyas,
amontonaron tus púas…
es que’so, un hecho acentúa:
¡cambió de dueño el potrero!
Y a mí me moja el “pampero”
con un ayer de garúas.
                                    (19/02/1980)

Carlos Raúl Risso E.

domingo, 1 de noviembre de 2015

A LA QUERENCIA

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 027 – 01/11/2015

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.

Suele pasar que a veces, circunstancias ajenas a nuestra voluntad, nos marcan el camino. Si bien como ya expresé en el Micro N° 1 de este ciclo, comencé a escribir apenas traspuesta la niñez, no pensaba entonces en hacer oficio de tal particularidad, y me alcanzaba con mechar mis compuestos en las presentaciones como decidor, ya sea en actuaciones individuales o como integrante de la Agrupación Nativista “El Alero”.
Cuando con María Teresa nos casamos en noviembre de 1976, tomamos la decisión de abandonar “los escenarios”: ella deja de bailar en “El Alero”, y yo postergo mi instinto de decidor; una nueva vida se abría por delante y en ella había que intentar edificar un futuro, sobre todo porque a los 10 meses nacía el primer hijo: Lorena Anahí.
Dos años y medio después, mi padre -que había seguido vinculado al “El Alero”-, me convida para un acto en el mes de mayo de 1979, en el salón del Círculo de Periodistas, junto a Francisco Chamorro; y un poco por compromiso… digo que sí. Repaso y armo un repertorio de "emergencia" para la ocasión, y aquel día, ante un salón colmado, colmado de un público al que no conocía (sí recuerdo a Coco García, Norma Piacente, Walter Rabara, Paula Toledo, Pepé Cipolla, y a los compañeros de "El Alero"), realizo ¡la mejor presentación de mi vida! A tal punto, que los asistentes se amontonaban para saludarme; inolvidable fue, que a la media luz del ambiente, la artista plástica Maricarmen Negri, me realizó un retrato a birome sobre el programa del día; y que un señor al que no conocía y resultó ser libretista de audiciones de tango y poeta, llamado Roberto Seminara, se acercó para conversar y estimularme, y luego… varios años después, fue el prologuista del libro “De Mis Mayores”.
Pasó la euforia del momento, y seguí el rumbo habitual de mi vida de entonces… pero, el 9/07 de ese año, a menos de dos meses de esa reunión, fallece mi padre, y allí los amigos opinaron: “Ahora menos que nunca podés abandonar tu actividad…”.
Y surgió así la posibilidad de pensar en publicar un libro, a modo de homenaje. Ubiqué una editorial local -Ramos Americana Editora, de calle 49 e/9 y 10-, que entonces trabajaba a pleno, y allí, a un contacto, Ángel Polo, y con una carpeta bajo el brazo como de sesenta (60) versos, lo fui a ver. Enterado de los pasos a seguir y el costo de la impresión (para la que colaboró mi madre), seleccionamos unos 30 temas y comenzó a tomar forma “Al Badajear del Cencerro”.
Si bien mayoritariamente escribo en décimas, siempre tuve la inquietud que para poder crecer hay que ejercitarse en todas las formas estrófica, así que como un muestrario de ese esfuerzo, a los veintiseis (26) trabajos en décimas que le daban cuerpo y sustento, agregué una huella y un triunfo, un romance, un poema en sextinas no hernandianas, y otro en cuartetos dodecasílabos, o sea: de doce sílabas. Al tiempo, me avisan de la editorial que tenían el libro armado, pero que había lugar para otro verso, y fue allí, que en lugar de ir a los 30 y pico que habían quedados relegados para un futuro y elegir uno de esos, decidí escribir uno nuevo distinto a todo lo que tenía hecho. Y usando versos mayores, de 10 sílabas, escribí éste que ahora comparto, al que siempre consideré de algunos valores, y marcó una forma de sentir y expresar, que sigue firme en mí. Dice:

A LA QUERENCIA

-Siga mi “bayo” tranquiando güeya
andando el rumbo de la querencia…
La senda es larga, pero una “estreya”
me va’purando con su presencia.

-La noche’s fresca. ¡Suerte mi “bayo”!
Por usté, digo… ya que soporta
mi apuro y peso, ¡mi güen cabayo!
¡Yo sé que’l pago también le importa!

-Más adelante enyegando al bajo
(ande’l arroyo se siente dueño
y entre los uncos parece un tajo),
habré de darle premio a su empeño.

-Por eso el “moro” -su compañero-
que aura trotea suelto, a su antojo,
¡qué se priepare!, que al rancho quiero
antes que aclare ponerle el ojo.

-Del bajo al rancho… más de tres leguas
de campo pobre, de güeyas fieras…
ande pa’l “moro” ya no habrá treguas
unque tampoco tendrá fluejeras.

-Yo sé mi “bayo” como usté sabe
que’l “moro” tiene de suebra agayas
pa’ esa patriada, ¡no es que lo alabe!
¡Si son parejos pa’ las batayas!

-De la mañana que por conchabo
juntos salimos ya va pa’l mes…
Andar de tropa suele ser bravo
pero… cumplimos nosotros tres.

-Y aura que’l pago nos tira y mucho
pienso en mi prienda y en mis dos hijos.
(Si hasta se me hace que los escucho
y junto al pecho que los cobijo).

-Pobre mi moza, ¡qué vida esta!
Dejarla sola por tantos días,
y unque los chicos son pura fiesta
la espera es larga… Yo: lejanía.

-De usté mi “bayo” y el “moro” amigo
un potrerito espera retozos
y un monte ‘e talas convida abrigo.
¡Pa’ la querencia güelven ansiosos!
……………………………………..
Y al dir la noche como encerrando
las claridades de las estreyas:
-¿Siente mi “moro” perros toriando…?
¿Qué sí me dice cuando resueya?

-“El Capatucho” y “El Carboniya”
ya nos ventiaron unque están lejos.
Y si aura alertas, se hacen astiyas
al dir yegando, se harán festejos.
………………………………………
Ansina hablando siguió el paisano
golviendo al pago -su gaucho nido-,
a sus pichones y a’queya mano
que jue paloma cuando el despido.
                                               10/12/1979
Carlos Raúl Risso E.