LR 11 – Radio Universidad –
“CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
Nº 029 – 15/11/2015
Con su licencia, paisano!
Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz,
mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con
su historia”.
La historia de hoy,
siguiendo el rumbo del micro anterior, va a discurrir por sextinas.
Ya he dicho en este
espacio, que las obras de los pintores criollos han sido motivo de inspiración
para mis versos, y así fue que he referido a alguno inspirado en Marenco y
algún otro brotado de una obra de Rapela. Ahora vamos a una historia vinculada
a Don Jorge Daniel Campos, a quien ya me he referido durante el ciclo “De
Poetas gauchos… y otras yerbas”.
En realidad llego tarde
al conocimiento de la obra de este artista gaucho, a fines de los años ’70,
principio de los ’80, y fue a través de las ilustraciones que realizara para
diversas obras literarias de temática costumbrista.
Jorge Campos era primo
hermano de Florencio Molina Campos, y podemos arriesgar que su estilo pictórico
está en un término medio entre los gaucho de Molina Campos y los de Marenco, y
de la misma manera que Florencio siempre representó caballos marcados con los
estribos entrelazados -su marca-, Jorge estampó en los caballos de su creación
la marca ‘el huevo’, que era la suya, con la particularidad agregada que sus
paisanos siempre son zurdos, ya que esa era su condición.
Allá por mayo o junio
de 1981 conseguí un ejemplar del libro “Los Milagros de la Argentina” del
escritor francés pero acriollado, Don Godofredo Daireaux, de una vieja
colección de Ediciones Agro, que había confeccionado muy buenas ediciones; este libro venía con una
sobre cubierta que mostraba un clásico paisano bien montado, muy propio de
Jorge Campos, que me hizo pensar ni bien lo vi, suponiendo diversas cosas al
observarlo, lo que me llevó a escribirle un versos de trece (13) sextinas
hernandeanas, en las que por interpretación libre, lo describo a ese criollo, y
titulo al verso, sin ser demasiado original: “El Zurdo”. En 1998 cuando
publiqué mi cuarto libro, “Campo de Ayer”, lo incluí en la primera parte que
titulé “Trabajos y Costumbres”.
Antes de ir al verso,
agreguemos de este pintor, que fue criador de caballos criollos, para lo cual
comenzó armando su manada comprando yeguas que elegía por su tipo y condición,
en los pisadero de barro de los hornos de ladrillos del partido de Vicente
López, seleccionando siempre las de pelos picazos y overos; más adelante se
asoció con Don Manuel Lucio Alcuaz para la crianza, en su estancia “Las
Vizcacheras”.
Era la suya, la de los
Campos, una familia de prosapia de estancieros y militares, y como era él un
paisano de poca estatura, con mucho humor decía que “Los Campos <largos>
eran estancieros, los <cortos> militares”.
Dicen las sextinas de
“El Zurdo”, que escribí allá por mayo de 1983:
EL
ZURDO
sin
nombre ni apelativo;
hombre
juertón pa’l estribo
y
domador de renombre
por
eso, naides se asombre
si
al conviersar, lo describo.
Bastante
apampao de cara
-tal
vez rastros de una herencia-
es
muy crioya su presencia
y
está en su seria mirada
la
honestidá reflejada
que’s
horcón de su decencia.
De’statura
regular,
los
kilos justos… morrudo;
en
brazo y garrón no dudo
el
rigor de la rudeza
…con
la que uno se trompieza
sin
querer, en el saludo!
En
“los ramos generales”
lo
topé el pasao domingo.
Redomoniaba
pa’ pingo
un
azulejito overo
¡que
a juzgar por lo altanero
no
era cabayo pa’ gringo!
Muy
prolijo el animal
bien
tuzao de cogotiyo,
con
penacho, sin martiyo,
pelao
de raniya a oreja,
la
cola al jamón -pareja-
como
peinada a cepiyo.
Ensiyaba
a lo campero
un
recadito cantor
recortao
que’ra un primor
del
basto, al cáir la carona,
y
ande surero apersona
el
estribo su grandor.
Un
bozal de corazón
resaltaba
en la cabeza
y
en el bocao -ande empieza
la
güena boca del pingo-
dos
borlas eran distingo
de
cierta delicadeza.
Por
sobre la cruz y el pecho
diba
el cabresto arroyao
y
en el anca acomodao
los
royos prolijamente
el
lazo decía ¡priesente,
siempre
listo a su mandao!
Linda
estampa la del “Zurdo”
con
su blusa arratonada,
chambergo
de ala quebrada,
bastante
largo el bigote,
y
de pañuelo al cogote
con
la blancura añudada.
También
blanca la bombacha
de
puño arriba ‘e la media;
con
zapatiya que asedia
-bien
engarzada al talón-
de
la espuela el rosetón
que
algún corcovo rimedia.
Rastra
y tirador picazo
daban
realce a su cintura;
el
cabo ‘e plata es cordura
mesmo
que’l poncho listao,
y
el rebenque retobao
era
emblema ‘e su figura.
Alimentamos
los vicios
de
pitar y algunas cañas;
ricordando
las hazañas
de
otras épocas pasadas
en
destintas camperiadas
que
hicimos por la campaña.
Y
al dir buscando el palenque
poniendo
punto al domingo
cada
cual montó su pingo
y
ansí golví a comprobar,
que’l
del “Zurdo” a no dudar
¡no
era cabayo pa’ gringo!
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