domingo, 2 de agosto de 2015

REFLESIÓN

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 016 –02/08/2015

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.

El tiempo pasa y con él pasa la vida. Claro que el tiempo es infinito y la vida ‘finita’, o sea, desde que el mundo es mundo el tiempo se desarrolla, como quien desenrrolla un lazo, pero en brazadas de nunca acabar. En cambio la vida humana, tiene un principio exacto -el nacimiento- y un final, impreciso, pero existente -la muerte-; de allí que la vida humana, por extensa que sea, no tiene punto de medida con el tiempo, frente al cual, pasa desapercibida, pero el hombre ha aprendido a medir el tiempo, para poder ubicarse en él, y como una manera de desenvolver su existencia.
Y, ¿a qué viene esta reflexión…? Pues a que comenzamos a cumplir años, los que, como sin darnos cuenta, se van acumulando, y al principio nada pasa con ellos, hasta que llega un momento en que los comenzamos a considerar, y por ahí el primer cimbronazo se siente al cumplir 30, porque se es joven pero no ya un adolescente, quizás que ya se ha prolongado en nuevos retoños, puede que haya asomado alguna cana… Cambios a veces imperceptibles.
Pero llegar a los 40, obliga -a veces- a un análisis más minucioso. Se está en lo que bien podemos llamar “la mitad de la vida”; muchas veces los hijos ya son más que adolescentes, y aunque se esté bien, el cuerpo, da los primeros indicios de ‘pasar factura’ de lo hecho y vivido. Por otro lado, se ha llegado a un punto, donde mirando hacia atrás podemos apreciar si hemos hecho algo… o si simplemente hemos pasado…
El 4/07/1992, tomé un micro con destino a Lomas de Zamora, en cuyo edificio municipal, en un salón de actos, estaba invitado a participar de un encuentro con poetas locales, en el que se iba a homenajear a Don Rodolfo Nicanor Kruzich, poeta notable del partido, ya que estaba radicado desde mucho tiempo atrás, en la localidad de Banfield. Con Don Nicanor llegué a tener un trato muy fluido, de aprecio recíproco, con la particularidad de cumplir años los dos en el mes de enero, por lo que a esa altura él ya había cumplido 84, y yo había llegado a los 40.
Lo cierto es que iniciado mi viaje, y reflexionando sobre la edad, comencé a borronear un verso desarrollando el tema, que había concluido al llegar a destino, y que de una hoja llena de tachaduras y enmiendas, con una letra irregular producto del movimiento del transporte, leí ante los colegas, cuando me llegó el momento de exponer mi parte.
Como no podía ser de otra manera lo titulo “Reflesión” y le aclaré “meditando la edad de los 40”; se compone de 10 cuartetos, con uno que hace bis, y posteriormente lo incluí en el libro “De Mis Mayores” que vio la luz en 2013.
Lo comparto ahora con la fiel audiencia de “Canto en Azul y Blanco”:

                           REFLESIÓN
                              Meditando la edad de los “cuarenta”

Me arrimé a la barraca ande’stiban los años
pa’oservar, de curioso, lo que me toca a mí,
y descubrí una pila, ya con cuatro peldaños,
y acomodao de a “dieces” el tiempo que viví.

¡Qué sorpresa, mi hermano! Me quedé medio duro,
asonsao, aturdido… un istante pasé,
más dispués intentando un repaso seguro
eché atrás en la güeya y lo andao desandé.

Nos parece, si acaso, de que nada nos pasa,
de que somos lo mesmo tanto ayer como hoy,
más no es cierto… ¡sonseras! que’l vivir nos disfraza
de áhi que del mesmo modo como otras van, yo voy.

¡La gran siete… chá digo! que’s ligera la vida,
si he tranquiao más de media y ni cuenta m’he dao.
He crecido sin verlo… pero nada se olvida
que’ntre cenizas, brasas, al rescoldo han quedao.

He plantao más de un árbol que han de ser, me malicio,
como un monte tupido con reparo y frescor,
dando leña pa’l juego, dando amparo al sin juicio,
y a los pájaros: ramas pa’ su ensayo cantor.

Brindé siempre la mano y la opinión de amigo,
tanto, que hasta m’he créido de cencia regular;
más por suerte, carculo  -‘tando Dios de testigo-
compriendí que soy hombre… y aura es otro el cantar!

He tranquiao con los versos por destintos senderos
-más de uno, discurro, innorado por mí-
hecho canto en las voces de fogones camperos
y abrazao a guitarras que jamás conocí.

Regolviendo las brasas sorpriendido me quedo
d’encontrarme con cosas que ya había olvidao,
pero que’ntanto estaban al reparo y sin miedo
en el rincón del alma más gauchito y templao.
  
No han pasao, pues en vano, los años de la vida;
no he malgastao el tiempo, alguito aproveché,
que’ndimás, de cosecha, pa’ no errar la medida,
he acopiao los consejos de gauchos que’scuché.

Se me ocurre aura mesmo que ha de haber más ricuerdos   
muy tranquilos sesteando, sin apuro a salir…
más los dejo que duerman, anque las ganas muerdo
de’ncararlo’a lo toro p’hacerlos revivir.

……………………………………………….

Me arrimé a la barraca ande’stiban los años
pa’ oservar, de curioso, lo que me toca a mí,
y descubrí una pila, ya con cuatro peldaños,
y acomodao de a “dieces” el tiempo que viví!
                                                                       (4/07/1992)


Versos de Carlos Raúl Risso E.-

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