LR 11 – Radio Universidad –
“CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
Nº 016 –02/08/2015
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.
El tiempo pasa y con él pasa la vida.
Claro que el tiempo es infinito y la vida ‘finita’, o sea, desde que el mundo
es mundo el tiempo se desarrolla, como quien desenrrolla un lazo, pero en
brazadas de nunca acabar. En cambio la vida humana, tiene un principio exacto -el
nacimiento- y un final, impreciso, pero existente -la muerte-; de allí que la
vida humana, por extensa que sea, no tiene punto de medida con el tiempo,
frente al cual, pasa desapercibida, pero el hombre ha aprendido a medir el tiempo,
para poder ubicarse en él, y como una manera de desenvolver su existencia.
Y, ¿a qué viene esta reflexión…? Pues a
que comenzamos a cumplir años, los que, como sin darnos cuenta, se van
acumulando, y al principio nada pasa con ellos, hasta que llega un momento en
que los comenzamos a considerar, y por ahí el primer cimbronazo se siente al
cumplir 30, porque se es joven pero no ya un adolescente, quizás que ya se ha
prolongado en nuevos retoños, puede que haya asomado alguna cana… Cambios a veces
imperceptibles.
Pero llegar a los 40, obliga -a veces- a
un análisis más minucioso. Se está en lo que bien podemos llamar “la mitad de
la vida”; muchas veces los hijos ya son más que adolescentes, y aunque se esté
bien, el cuerpo, da los primeros indicios de ‘pasar factura’ de lo hecho y
vivido. Por otro lado, se ha llegado a un punto, donde mirando hacia atrás
podemos apreciar si hemos hecho algo… o si simplemente hemos pasado…
El 4/07/1992, tomé un micro con destino
a Lomas de Zamora, en cuyo edificio municipal, en un salón de actos, estaba
invitado a participar de un encuentro con poetas locales, en el que se iba a
homenajear a Don Rodolfo Nicanor Kruzich, poeta notable del partido, ya que
estaba radicado desde mucho tiempo atrás, en la localidad de Banfield. Con Don
Nicanor llegué a tener un trato muy fluido, de aprecio recíproco, con la
particularidad de cumplir años los dos en el mes de enero, por lo que a esa
altura él ya había cumplido 84, y yo había llegado a los 40.
Lo cierto es que iniciado mi viaje, y
reflexionando sobre la edad, comencé a borronear un verso desarrollando el
tema, que había concluido al llegar a destino, y que de una hoja llena de
tachaduras y enmiendas, con una letra irregular producto del movimiento del
transporte, leí ante los colegas, cuando me llegó el momento de exponer mi
parte.
Como no podía ser de otra manera lo
titulo “Reflesión” y le aclaré “meditando la edad de los 40”; se
compone de 10 cuartetos, con uno que hace bis, y posteriormente lo incluí en
el libro “De Mis Mayores” que vio la
luz en 2013.
Lo comparto ahora con la fiel audiencia
de “Canto en Azul y Blanco”:
REFLESIÓN
Meditando
la edad de los “cuarenta”
Me arrimé a la barraca ande’stiban los años
pa’oservar, de curioso, lo que me toca a
mí,
y descubrí una pila, ya con cuatro
peldaños,
y acomodao de a “dieces” el tiempo que
viví.
¡Qué sorpresa, mi hermano! Me quedé
medio duro,
asonsao, aturdido… un istante pasé,
más dispués intentando un repaso seguro
eché atrás en la güeya y lo andao
desandé.
Nos parece, si acaso, de que nada nos
pasa,
de que somos lo mesmo tanto ayer como
hoy,
más no es cierto… ¡sonseras! que’l vivir
nos disfraza
de áhi que del mesmo modo como otras
van, yo voy.
¡La gran siete… chá digo! que’s ligera
la vida,
si he tranquiao más de media y ni cuenta
m’he dao.
He crecido sin verlo… pero nada se
olvida
que’ntre cenizas, brasas, al rescoldo
han quedao.
He plantao más de un árbol que han de
ser, me malicio,
como un monte tupido con reparo y
frescor,
dando leña pa’l juego, dando amparo al
sin juicio,
y a los pájaros: ramas pa’ su ensayo
cantor.
Brindé siempre la mano y la opinión de
amigo,
tanto, que hasta m’he créido de cencia
regular;
más por suerte, carculo -‘tando Dios de testigo-
compriendí que soy hombre… y aura es
otro el cantar!
He tranquiao con los versos por
destintos senderos
-más de uno, discurro, innorado por mí-
hecho canto en las voces de fogones
camperos
y abrazao a guitarras que jamás conocí.
Regolviendo las brasas sorpriendido me
quedo
d’encontrarme con cosas que ya había
olvidao,
pero que’ntanto estaban al reparo y sin
miedo
en el rincón del alma más gauchito y
templao.
No han pasao, pues en vano, los años de
la vida;
no he malgastao el tiempo, alguito
aproveché,
que’ndimás, de cosecha, pa’ no errar la
medida,
he acopiao los consejos de gauchos
que’scuché.
Se me ocurre
aura mesmo que ha de haber más ricuerdos
muy tranquilos sesteando, sin apuro a
salir…
más los dejo que duerman, anque las
ganas muerdo
de’ncararlo’a lo toro p’hacerlos
revivir.
……………………………………………….
Me arrimé a la barraca ande’stiban los
años
pa’ oservar, de curioso, lo que me toca
a mí,
y descubrí una pila, ya con cuatro
peldaños,
y acomodao de a “dieces” el tiempo que
viví!
(4/07/1992)
Versos de Carlos Raúl Risso E.-
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