LR 11 – Radio Universidad –
“CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
Nº 020 – 30/08/2015
Con su licencia, paisano! Acomodado
en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos
un mate, vamos a ver si compartimos versos “De mi señal… con su historia”.
Cuando el domingo 8 de
agosto traía al micrófono la historia del verso titulado “Ejemplo”, no tenía
idea que me extendería por cuatro domingo desarrollando versos vinculados en su
trasfondo, y hoy ya podemos decir que habrá uno más la próxima semana cerrando
con él este improvisado ciclo de “plantas y pájaros” de nuestro ambiente rural.
Con el paso del tiempo,
con la experiencia y la reflexión que traen los años, uno se encuentra que no
ha hecho todo bien en su vivir, y así por ejemplo, hoy puedo reprocharme haber
sido en años de la pre adolescencia, cazador de pajaritos con trampera, por lo
cual en mi casa tenía un gran jaulón, donde creía disfrutar del tesoro de
cantos dispares y armoniosos.
Y evoco una temporada,
en “San Juan” de Gragiarena, en Ferrari, en que cazaba una cantidad de pichones
de “cabecitas negras”, habiendo colocado la trampera en un alambrado próximo a
un gran tanque de agua elevado, que alimentaba un potente molino. Uno de esos
días, al acercarme a revisar la trampera, me encuentro que dentro de la misma,
en lugar de mi ‘llamador’ había una serpiente que se lo había engullido, y que
no podía escurrirse entre los finos barrotes de alambre, porque tenía que ir
digiriendo el animalito para que volviera a afinarse su cuerpo. Por supuesto
que pagó con su vida, la vida de mi ‘llamador’ que se llamaba “el tandilero”,
al que con desesperación saqué del interior de la víbora, pero ya nada se podía
hacer.
Hoy, de ninguna manera
volvería a ser cazador, prefiero verlos en libertad, observar sus vuelos,
disfrutar de sus plumajes, gozar de su canto, pero ¡nunca más jaulas para
ellos! Más vale, tratar de inmortalizarlos en mis versos, como mucho antes ya
hicieran Juan Burghi y Leopoldo Lugones, entre otros.
Allá por el año 81,
cuando ya no disponía de los potreros de “Los Ombúes”, tenía al “Llamador” y el
“Pampero”, mis caballos, en el campo “El Albardón” de Don José Tirado, por el
que atraviesa el arroyo “El Pescado”. Cada vez que podía llegarme, ensillaba y
salía a caminar mis animales, como dando un paseo. Y quiso la circunstancia que
en esas andadas, en ocasiones diferentes, me ‘topara un ridepente’, con esas
maravillas aladas que me inspiraban un verso, aunque con el problema de andar
sin papel ni lápiz, por lo que la circunstancia obligaba a trabajar de memoria,
hasta que al regreso, buscar esos elementos para poder dejarlos registrados, y
que no se me pierdan. Así entonces nacieron estas dos composiciones breves que
ya comparto con ustedes.
BRASITA DE FUEGO
Paradito
sobre un cardo
que
hace rato está sin vida,
como
una chispa encendida
o
como ensangrentao dardo,
poniéndole
vida al pardo
color
de seca alcachofa,
que
por vieja, triste y fofa
el
viento hamaca en un juego,
te
vi, “Brasita
de Fuego”,
y
aura te brindo mi estrofa.
Por
crioyo te’stiendo el brazo,
porque’l
latir de tu vida
como
una cosa sentida
revolotea
a mi paso.
Yo
te saludo, amigazo,
dende’l
lomo de mi flete,
y
aunque tu ser no interprete
mis
palabras, dende luego,
un
adiós color de fuego
me
regaló tu copete.
(1/11/1981)
EL PECHO COLORAO
Alambrao
de cinco hilos
con
muchos años de hecho,
y
en un poste -a corto trecho-
estabas
al sol, tranquilo.
Tu
pecho era un rejucilo
en
lo oscuro de tu manto;
quizá
te’spantaste un tanto
porque
yo pasé al galope,
y
al volar, pusiste al tope
los
gorjeos de tu canto.
Tu
pecho es sol de un ocaso
que
va engolviendo la noche,
y
tus alas, el derroche
de
un luto de antiguo trazo.
Pienso
que’l dolor -acaso-
te’mplumó
oscuro tapao,
y
en el pecho ensangrentao
se
representa esa herida
que
hoy es tu mancha lucida:
“¡crioyo
Pecho
Colorao!”
(7/11/1981)
Carlos
Raúl Risso E.-
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